La justicia china ha finiquitado una bellísimo cuento. Li Yangxia destinó su fortuna a docenas de huérfanos, coleccionó halagos e inspiró a filántropos. Esta semana ha sido condenada a 20 años de cárcel por extorsión, fraude, falsificación y alteración del orden público. La sentencia sugiere que la célebre "madre amorosa" escondía un Mr. Scrooge que usaba a su prole para fines turbios y se embolsaba las donaciones.

El tribunal también le obliga a pagar una multa de 2,67 millones de yuanes (350.000 euros) y extiende las condenas de cárcel a su novio y una quincena de cómplices. Li "abusó de la influencia de su orfanato" y "cometió fraudes para obtener un beneficio económico", aclara la sentencia. Años atrás había lamentado que los cuidados de sus hijos la habían enterrado en deudas. Los investigadores, sin embargo, encontraron 20 millones de yuanes (2,6 millones de euros) en sus cuentas, vehículos de lujo como Mercedes Benz y Land Rover y varias viviendas en la provincia de Hebei.

Su historia es conocida en China. Sus inversiones en el sector minero durante la apertura económica la convirtieron en una de las mujeres más ricas de Hebei y un turbio episodio familiar cambió su vida. Su marido vendió su hijo a traficantes y, tras recuperarlo, decidió destinar su fortuna a los huérfanos. Una niña desatendida que correteaba por los aledaños de la mina fue su primera adopción en 1996. En el 2011 fundó "La aldea del amor" y llegó a juntar a 108 huérfanos. La prensa nacional detalló la labor milagrosa de Li. Se despertaba con el alba, preparaba el desayuno y conducía el minibús hacia el colegio. Algunos niños entraron en la universidad y otros se emplearon como funcionarios. Li era una tenaz defensora de los derechos de la infancia que bloqueaba el paso de las comitivas oficiales o interrumpía las reuniones consistoriales para hacerse escuchar.

AVARICIA Y CULTO AL DINERO

La historia era irresistible para una audiencia que lamenta que la avaricia y el culto al dinero han barrido los viejos valores confucianos. Li era ubicua en las listas de filantropía y su provincia la nombró como una de las diez personas más rutilantes.

Algo se torció en un momento indeterminado y por razones desconocidas. Quizá fuera la falta de fondos. La política medioambiental del Gobierno impuso el cierre de las industrias contaminantes en Hebei, la provincia que abraza Pekín, y Li se quedó sin su maná. La sentencia detalla que utilizó su reputación y sus huérfanos para conseguir fondos. Chantajeó a una compañía que instalaba fibra óptica en los aledaños de su orfanato hasta conseguir una "donación" de 70.000 yuanes. Envió a sus niños a hospitales y hoteles para generar el caos hasta conseguir fondos y les ordenó que se colocaran bajo los camiones para detener obras. Las autoridades que la habían ensalzado fueron incapaces de embridar sus exigencias. Su orfanato ha sido descrito como un reino independiente al que ni siquiera la policía tenía acceso. Los 74 niños que vivían en el orfanato cuando los agentes finalmente entraron han sido dirigidos a centros públicos.

El desenlace ha estimulado un par de debates. El primero es sobre Li. Unos la lanzan al lodo mientras otros calibran que su cuidado de los huérfanos sobrevuela cualquier pecado. La ha defendido un joven de 20 años que creció en "La aldea del amor". "Todos aquellos que dudan de Li deberían cambiar su rol con ella. Muchos se quejan todo el día porque tienen que cuidar a un niño y ella cuidó a más de 100", ha declarado al 'Diario de la Juventud' de Pekín.

SIN CONTROL

El segundo es sobre la fiscalización de las instituciones privadas y oenegés. El caso de Li recuerda al de Yuan Lihai, una filántropa de la provincia de Henan. Yuan se había hecho cargo de un centenar de niños, muchos con malformaciones, y un incendio en su orfanato mató a siete. No se discutieron sus intenciones pero sí sus aptitudes y su gestión. "La aldea del amor" recibió subsidios de 1,27 millones de yuanes (165.000 euros) en el 2017 y un volumen desconocido de donaciones privadas que escapó al control de las autoridades.

Subyace el problema de la insuficiente inversión pública. Un estudio de la Unicef del 2016 sentaba que solo 89.000 de los más de medio millón de huérfanos chinos estaba en instituciones de acogida. El Ministerio de Asuntos Sociales había reconocido un año antes que más de la mitad "necesitaban asistencia". El Gobierno ha dedicado en los últimos años esfuerzos ímprobos para mejorar las coberturas sociales y sus logros son innegables, pero aún lidia con la dolorosa realidad de vastas zonas rurales en vías de desarrollo.

"Estos casos subrayan los fallos del sistema público de bienestar de la infancia y la insuficiente supervisión pública de los orfanatos privados", asumía recientemente un editorial del diario 'Global Times'. Un escrito de la Fiscalía, por su parte, aseguraba que "el Gobierno no puede cuidar a todos los huérfanos, así que la participación de las instituciones caritativas privadas continúa siendo indispensable".