"Yo no he ganado las elecciones. Vosotros, mi pueblo, vosotros habéis ganado. No será ni en un día ni en dos, pero construiremos una Georgia fuerte y feliz", dijo ayer Mijail Saakashvili en el Teatro Sinfónico de Tiflis después de saber que su candidatura había ganado las elecciones presidenciales. Los georgianos apostaron por la revuelta de terciopelo que el occidentalizado Saakashvili encabezó el 23 de noviembre y que cerró 11 años de gobierno del corrupto Eduard Shevardnadze.

A falta de los resultados oficiales, que se conocerán hoy, una encuesta independiente a pie de urna financiada por la Fundación Soros, el British Council y otros grupos internacionales dio anoche el 85,8% de los votos a la formación Movimiento Nacional de Saakashvili. Los otro cinco competidores --tres abogados, un gobernador regional y una organización de discapacitados-- no tenían nada que hacer frente al ganador, aupado hasta la presidencia gracias a EEUU. El segundo mejor colocado, según sondeos de esta semana, era Temur Shashiashivili, que tenía una intención de voto del 6%.

OLEODUCTO El Gobierno de Washington, y también Europa y Rusia, están prestando una atención especial a la política interna de Georgia por su importancia geoestratégica. Desde 1994, un consorcio de empresas impulsado por EEUU desarrolla el proyecto de construcción de un oleoducto desde Bakú (Azerbaiyán) hasta el puerto turco de Ceyhan, pasando por Georgia. La Casa Blanca ha invertido ya millones de dólares en la que es una de las mayores apuestas energéticas de las últimas décadas.

70%, EN POBREZA EXTREMA Saakashvili tiene ahora por delante una hercúlea tarea si quiere cumplir las promesas que viene haciendo desde antes de que encabezara la revuelta popular pacífica que se hizo con el control del Parlamento y que consiguió echar del poder a un impopular Shevardnadze, ahogado en decenas de casos de corrupción y con un país al borde de la quiebra.

La deuda exterior de Georgia es de casi 2.000 millones de dólares, equivalente al 60% del PIB, y las arcas fiscales están casi vacías. Según datos oficiales, el 70% de los casi 4,5 millones de ciudadanos vive en la extrema pobreza, con un ingreso per cápita mensual inferior a los 17 dólares.