Los niños atrapados en una cueva tailandesa ya reciben aceleradas clases de nado y buceo en previsión de que las tormentas inminentes obliguen a adelantar su rescate. La opción es arriesgada pero podría ser inevitable porque el monzón amenaza con inundar la cueva en la que han estado atrapados once días. La previsión meteorológica prevé lluvias muy fuertes para el fin de semana.

El equipo de salvamento se afana estos días en bajar el nivel de las aguas en la cámara con una veintena de bombas de extracción. Los niños siguen apretados sobre un islote de barro que sobresale apenas un par de metros en la cámara anegada y están seguros por el momento. Pero si el monzón es virulento, la situación se complicará. Su extracción sería “casi imposible” y es improbable que los submarinistas puedan seguir accediendo a la zona conocida como “la playa de Pattaya”, aseguran las autoridades.

“Los equipos de rescate tienen que trabajar rápido porque se aproxima una tormenta, y si la lluvia empieza de nuevo la cueva quedará completamente anegada. Si eso ocurre será casi imposible mandarles alimentos o mantener el contacto con ellos”, ha apremiado Ruengrit Changkwanyuen, coordinador del equipo tailandés de salvamento. Más de 120 millones de litros se han extraído ya de la galería, pero el ritmo se presume insuficiente ante una potente tormenta.

Niveles de agua

Los niños han empezado a familiarizarse con el equipo de respiración pero ninguno se ha atrevido a saltar al agua. Aunque los niveles de agua bajaran considerablemente, aún tendrían que atravesar estrechas y serpenteantes galerías inundadas sin visibilidad. El trayecto es exigente incluso para los buzos más experimentados. “Las corrientes de agua son potentes y el espacio es muy reducido. Para sacarlos de ahí será necesaria mucha gente”, ha afirmado Prawit Wongsuwan, viceprimer ministro.

Las autoridades han aclarado que la operación no es inminente aunque el tiempo apremia. No es descartable que, si la cueva queda inundada de nuevo, los niños tengan que permanecer ahí hasta que la temporada del monzón concluya en octubre. Ya está previsto el envío de víveres, agua y medicinas para sobrevivir durante cuatro meses.

Un grupo de soldados, un médico y una enfermera visitaron ayer a los niños. Su salud física y mental sigue siendo buena y ya han recibido suplementos proteínicos. Una grabación de un minuto los muestra muy delgados y cubiertos de mantas térmicas pero con aparente buen ánimo. Sonríen a la cámara, dicen sus nombres y juntan las manos y agachan la cabeza ofreciendo el “wai” o saludo tailandés.

Acometer la salida

Otro factor preocupante es su presumible escasez de fuerzas para acometer la salida. Las edades del grupo oscilan entre los 11 y los 16 años, además de los 25 años del entrenador. “Los trece no podrán salir al mismo tiempo. Sólo si sus condiciones son correctas y están al 100 % podrán hacerlo”, ha declarado Narongsak Osatanakorn, gobernador de la provincia de Chiang Rai. Los equipos de rescate buscan también en el exterior entradas alternativas a la cueva a pesar de que existen pocas esperanzas de encontrarlas.

Los niños no han podido hablar aún con sus padres. El intento de llevar una línea telefónica a la caverna quedó arruinado porque el sobre aislante estaba roto. “Queremos que las familias hablen con ellos, eso reducirá enormemente la presión”, ha aclarado un portavoz gubernamental.

La atención global apunta estos días a esta epopeya colectiva de supervivencia en Tham Luang. La cuarta cueva más larga del país es un conjunto de angostas galerías y pronunciados desniveles de diez kilómetros de longitud. Los trece jóvenes se adentraron en ella desatendiendo los letreros que lo prohíben para cumplir el rito iniciático del equipo. Una tromba de agua anegó sus conductos e impidió su salida. Dos buzos los encontraron dos días atrás, cuando el país ya digería su definitiva pérdida.