"Aquí descansa Inam Arafat, madre de héroes que dio toda su vida por la liberación de Palestina". La retórica de la lápida que cubre la tumba de la hermana de Yaser Arafat es quizá lo único bello del mísero cementerio en que reposan los restos de esta mujer y los del padre del presidente palestino. Son dos tumbas humildes: la de la hermana, apenas una losa a ras de suelo; la del padre, Abdulrauf Arafat, un sarcófago blanco descascarillado con una inscripción religiosa grabada en la piedra desleída por el tiempo. Todo lo demás es polvo, malas hierbas y basura.

Hay que exagerar para llamar cementerio a este recinto enclavado en las afueras del campo de refugiados de Jan Yunis, en la franja de Gaza, donde están enterrados estos dos familiares de Arafat. Es sólo un solar de unos 40 metros cuadrados donde una veintena de tumbas sufren los achaques del tiempo y el abandono.

El terreno ni siquiera es propiedad de los Arafat, sino que les fue cedido por los Aga, una familia noble de Gaza. Allí fue enterrado en 1952 su padre, policía bajo el imperio otomano, en una ceremonia a la que no asistió su hijo Yasir, con el que estaba peleado. En 1999, se inhumó en ese terreno a Inam, la hermana mayor de Arafat, que falleció de cáncer.

El ambiente no invita al recogimiento. Bolsas de plástico, botellas, latas y todo tipo de detritus se arremolinan en los rincones y se enredan en los arbustos polvorientos. Nubes de moscas revolotean por doquier. Mientras, decenas de niños chillones corretean entre las tumbas y, del mercado de frutas y pescado situado a sus puertas, llegan atronadores los gritos de los vendedores y el olor a comida putrefacta.

Abu Yahia, un anciano con la nariz deformada por una cicatriz, es el único que se ocupa de adecentar el minúsculo camposanto. No tiene salario y lo hace porque es un vecino del lugar. Para él, la humildad del recinto no es óbice para que sea enterrado Arafat. Sin embargo, asegura que el lugar en el que debe enterrarse al rais es Jerusalén. "Es el líder de todos los palestinos. Ha luchado durante décadas. Es un símbolo y merece ser enterrado en la ciudad de los símbolos que es Jerusalén", dice el anciano.

Preparar en ese minúsculo recinto un funeral de Estado es imposible. Es cosa de ciencia ficción que jefes de Estado como Jacques Chirac o el rey Juan Carlos escolten el cadáver de Arafat por las calles enfangadas del barrio de Sheij Yusef, donde está el camposanto. Impedimentos logísticos aparte, resultaría indigno enterrar en un lugar así a una personalidad política de la relevancia del líder del pueblo palestino.

Sin embargo, la opción de que Arafat sea inhumado en Gaza se consolida. Pero en la franja hay otros lugares más apropiados que ese camposanto. Uno de ellos es el cementerio de los Mártires. El incoveniente es que está muy cerca del control fronterizo de Erez, que separa Gaza de Israel. No parece que los israelís estén dispuestos a admitir que la tumba de Arafat esté allí, por temor que sea un lugar de peregrinación y de tumultos.

Otro de los lugares posibles es el cementerio de Sheij Reduán. Allí, el problema es que el presidente palestino compartiría camposanto con Ahmed Yasín, el líder de Hamás.