El presidente Mauricio Macri aseguró que Argentina se encuentra en una situación de “emergencia” desde que el peso se hundió en medio de un nuevo ciclo recesivo y por eso, bajo la tutela del Fondo Monetario Internacional (FMI), tomó resolvió profundizar el ajuste económico. “Esta crisis tiene que ser la última”, dijo en un mensaje al país que ensayó con esmero para comunicar que se vienen nuevos meses de rigor. El tiempo de austeridad debe ser enfrentado con “alegría y esperanza” frente a los “predicadores del miedo” que le auguran al Gobierno de derechas un final inminente y parecido al de diciembre de 2001. Macri se tomó 25 minutos para explicar cómo se intentará llegar a un déficit fiscal cero en 2019. La poda incluye una reducción de sus ministerios (dejan de existir, entre otros, Cultura, Ciencia y Trabajo) y los subsidios, y mayores restricciones presupuestarias. También se ve obligado a una herejía ideológica: el retorno de los impuestos a las exportaciones agropecuarias e industriales que aplicaba el kirchnerismo. Minutos después del discurso presidencial, y antes de subirse a un avión para volver a negociar con el FMI en Washington, el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, informó que el Estado se propone ahorrar 11.200 millones de dólares. Dujovne descarta el respaldo del organismo financiero. “El mundo no quiere que volvamos a caer en el populismo”, dijo.

A Macri le tocó explicar los motivos de semejante ahorro. “Creímos que con excesivo optimismo que era posible ordenar las cosas de a poco. La realidad nos mostró que tenemos que ir más rápido. No es fácil. Claro que quisiera darle aumento a los profesores, enfermeros, policías. Avanzar con las obras prometidas. Para hacer todas esas cosas tenemos que equilibrar nuestras cuentas. Tenemos un Gobierno que enfrenta la realidad sin esconderla. Sin miedo a pagar los costos. Estamos cambiando las cosas de raíz, sin atajos”, dijo.

El giro impensado

Argentina llegó en julio a un acuerdo con el FMI por el cual se benefició con un crédito de 50.000 millones de dólares. Después de recibir 15.000 millones de dólares, y con el descalabro del dólar, el Gobierno reconoció que no puede cumplir lo pactado. La derecha subió al poder con el decidido apoyo de los grandes y medianos productores. Al asumir, el Macri, cuyo padre es dueño de uno de los grandes grupos económicos del país, y su madre forma parte de las principales familias terratenientes, redujo sustancialmente los gravámenes que pagaban ese sector y las empresas mineras. El Estado se desfinancio y cubrió su agujero con préstamos en el mercado internacional. Pero el Gobierno, que en dos años se endeudó por casi 100.000 millones de dólares, no tiene dinero suficiente para pagar los vencimientos de lo que queda del año, por 23.259 millones de dólares, a los cuales, advierten los especialistas, debe sumarse la fuga de capitales (de unos 1600 millones de dólares mensuales).

Macri necesita ahora que el campo y las empresas vendedoras de cereales sean su salvavidas. Los impuestos a sus exportaciones le permitirían captar para el fisco 7.000 millones de dólares. “Sabemos que es un impuesto malísimo que va en contra de lo que queremos fomentar”, explicó.

Las causas de la crisis

Para el presidente no se llegó a esta grave situación por decisiones propias. De un lado, volvió a fustigar la herencia del kirchnerismo, y el impacto de casos de corrupción en la obra pública que también salpican a su familia. La magra cosecha de 2018 como consecuencia de la sequía, la guerra comercial entre China y EE.UU, la crisis en Brasil, la devaluación en Turquía, el aumento del precio internacional del petróleo, hicieron el resto. “Fueron todos cambios que no podíamos prever”, dijo. Y por eso, en casi un año, el dólar paso de 19 pesos hasta rozar los 42.

A lo largo de su discurso, Macri trató de expresar empatía y compasión con los eternos perdedores de los ajustes. “Con esta devaluación la pobreza va a aumentar. Vamos a estar ahí para quienes estén más expuestos”, aseguró, y anunció un refuerzo de las ayudas sociales y alimentarias. Aunque dijo ver luz al final del oscuro túnel, reconoció que, en lo personal, enfrenta los peores meses de su vida desde los años noventa, cuando fue secuestrado por una banda de policías. “Todo lo que cuesta en la vida vale la pena”, dijo antes de despedirse, a la espera de la reacción de los mercados.