Con una frase pronunciada ante la comunidad francesa de Dinamarca, Emmanuel Macron ha desatado una polémica. El presidente francés hizo el miércoles un elogio de la cultura luterana, asociándola a la capacidad de la sociedad escandinava para transformarse, e ironizó con la resistencia de sus conciudadanos a las reformas. «No hay que ser ingenuo. Lo que es posible está ligado a una cultura, a un pueblo marcado por su historia. Este pueblo luterano, que ha vivido las transformaciones de estos últimos años, no es exactamente el de los galos refractarios al cambio», dijo ante la reina Margarita.

La comparación, que hunde sus raíces en un cliché histórico erróneo, no fue afortunada y toda la oposición se le echó encima. La presidenta de Reagrupación Nacional (el antiguo Frente Nacional), Marine Le Pen, le respondió diciendo que «los galos van a tener el placer de responder a su arrogancia y a su desprecio». El representante de la Francia Insumisa Alexis Corbière escribió en Twitter que, al escuchar a Macron desde Dinamarca burlarse nuevamente del pueblo francés, «la alternativa es simple: o cambia el pueblo o cambia el presidente».

Entre Los Republicanos, su presidente, Laurent Wauquiez, consideró «inadmisible» que caricaturice a los franceses. «Cuando viaja al extranjero es el primer embajador de nuestro país», dijo en la emisora Europe 1. La oposición censuró igualmente que Macron haya convertido casi en una costumbre disparar contra los franceses durante sus desplazamientos. Lo hizo en Salzburgo en el 2017, al proclamar que Francia era la única gran nación europea que no había ganado la batalla contra el paro masivo. En septiembre de ese año reincidió en Atenas criticando las protestas contra la reforma laboral. «No cederé en nada a los vagos, los cínicos y los extremos», lanzó. El portavoz del Gobierno, Benjamin Grivaux, rebajó la polvareda explicando que los galos refractarios son los partidos que desde hace 30 años no quieren cambiar nada.