No está claro que las medidas anunciadas este lunes por Emmanuel Macron sean suficientes para devolver la calma al país tras un mes de protestas. Al 59% de los franceses no les convenció la intervención del presidente a pesar de que valoran los avances para mejorar el poder adquisitivo, según un sondeo del instituto Odoxa para ‘Le Figaro’ y ‘France Info’.

En una alocución de trece minutos grabada en el Elíseo que siguieron 23 millones de telespectadores -un récord de audiencia para un discurso presidencial- Macron pidió a las empresas abonar una paga extra en Navidades y se comprometió a subir 100 euros el salario mínimo, a no gravar fiscalmente las horas extraordinarias y a retirar a los jubilados con pensiones más modestas un impopular impuesto.

Pero no cedió un ápice en su intención de continuar adelante con las reformas y defendió la decisión de eliminar el impuesto sobre el patrimonio alegando que hay que evitar que los ricos huyan del país.

Ese doble mensaje, dirigido a la vez a las clases más modestas y al electorado que apoyó su proyecto para transformar el país, genera división en el movimiento de los 'chalecos amarillos'.

Unos son partidarios de una “tregua” al ver en las palabras del presidente la mano tendida al diálogo. “Ahora hay que salir de esta crisis porque no podemos pasarnos la vida en las rotondas”, ha dicho Jacqueline Mouraud, portavoz de los llamados ‘chalecos amarillos libres’, corriente moderada del colectivo.

Otros, en cambio, creen que Macron ha entendido solo a medias sus reivindicaciones y que habrá que seguir en la calle. “Demasiado poco, demasiado tarde tras demasiada violencia y desprecio”, ha lanzado Eric Drouet, una de las caras más visibles del movimiento en los medios franceses.

En la clase política, una de las principales figuras de Los Republicanos, el exprimer ministro y alcalde de Burdeos, Alain Juppé, cree que Macron demostró ser consciente de la gravedad de la situación y saludó el cambio de rumbo.

”El jefe del Estado ha modificado su vocabulario y su mirada sobre el sufrimiento de una parte de nuestros conciudadanos. Hace falta que todo el mundo asuma sus responsabilidades”, declaró. Juppé ha hecho un llamamiento a evitar una nueva manifestación este sábado como proponen muchos 'chalecos amarillos' en las redes sociales.

Apoyo de la opinión pública

El 54% de los franceses cree que la movilización debe continuar pero este apoyo es doce puntos menor que el pasado 22 de noviembre, según el mismo sondeo de Odoxa.

Si las medidas de Macron no logran contener el malestar sí podrían en cambio erosionar la simpatía de la opinión pública por los 'chalecos amarillos', sobre todo porque la Navidad se acerca y los comerciantes cuentan las pérdidas por millones tras semanas de violentas manifestaciones.

Por otro lado, el primer ministro francés, Edouard Philippe, ha defendido en la Asamblea Nacional las medidas “masivas” anunciadas para responder a la cólera de un movimiento nacido del rechazo a las tasas de los carburantes y ha reconocido que el coste de las mismas -valorado en 10.000 millones de euros- tendrá un impacto “temporal” en el déficit público.

Moción de censura

La intervención del presidente tampoco ha impedido la presentación de una moción de censura contra el Gobierno de los grupos de izquierda.

Los diputados socialistas, comunistas y de la Izquierda Insumisa critican la gestión de la crisis más grave desde que Macron llegó al poder hace año y medio y consideran que no se han dado respuestas “justas y responsables”, además de no aclarar cómo se financiarán las medidas.

La moción será sometida al voto dentro de dos días pero no tiene posibilidades de prosperar porque los promotores de la censura suman 62 diputados, muy lejos de la mayoría de una cámara de 577 parlamentarios.

El presidente, que se ha comprometido a lanzar un debate con alcaldes y agentes sociales en los próximos cuatro meses, se ha reunido este martes con representantes del sector bancario, que han decidido anular el aumento de las tarifas bancarias en 2019.

Mientras tanto continúan las protestas de los estudiantes, convocados por los sindicatos a un nuevo “martes negro” en contra de la reforma de acceso a la universidad y decepcionados por la alocución de Macron, que no hizo ninguna referencia a sus reivindicaciones.