Aquí estoy, listo y de pie para llevar las riendas de la patria hacia un destino superior. Frente a la plana mayor militar y del chavismo, dirigentes sociales y un mar de niñas y niños que, con sus banderas, suplantaron a los escasos aliados e invitados internacionales, Nicolás Maduro fue investido presidente venezolano por segunda vez. El nuevo período se extenderá hasta 2025. Maduro juró en las instalaciones del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), y ante su presidente, el leal Maikel Moreno. El escenario natural de la toma de posesión debería haber sido el Congreso. Pero la Asamblea Nacional (AN, opositora), como se lo conoce, fue declarada en desacato por el TSJ. Este poder es tuyo, pueblo, te lo digo como humilde obrero. No es de la oligarquía, dijo Maduro, ex conductor de buses, y prometió gobernar en nombre del héroe nacional, Simón Bolívar, y nuestro amado comandante, Hugo Chávez. Aseguró que cumplirá y hará cumplir todos los postulados de la Constitución, para defender independencia e integridad, llevar a la prosperidad a nuestro pueblo y construir el socialismo del siglo XXI.

Maduro había ganado las elecciones en mayo pasado con un 67,8% de los votos válidos y después de que se retirara de la competencia el opositor Henri Falcon, que alcanzó el 21% de las adhesiones. La mayoría de las fuerzas opositoras se habían abstenido de participar de los comicios por considerar que no existían garantías. Fue en verdad un intento de desestabilización. EE.UU presionó a los candidatos, recordó Maduro. Con estos precedentes, la nueva asunción de no podía ser otra cosa que una nueva batalla el chavismo y sus enemigos políticos. De hecho, la AN calificó al presidente de usurpador.

Hay 94 países que respetan y aman a este país, dijo Maduro sobre la presencia internacional en la ceremonia. En el TSJ estaban sentados sus colegas Miguel Díaz-Canel, de Cuba, Evo Morales, Bolivia, Salvador Sánchez Cerén, de El Salvador, Anatoli Bibílov, de Osetia del Sur, y delegaciones de China, Rusia y Turquía, entre otros invitados. Maduro los nombró a casi todos, en cierta manera para buscar una compensación política. Trece países latinoamericanos, entre ellos Argentina, Brasil y Colombia, plenamente identificados con Estados Unidos, consideraron que Maduro carece de legitimidad para volver a gobernar. La UE se ausentó en la investidura por razones similares. Maduro no pasó por alto este vacío. Venezuela es el centro de una guerra mundial del imperialismo norteamericano y sus satélites, entre ellos el fascista Jair Bolsonaro.

Las principales ciudades venezolanas estuvieron celosamente vigiladas por efectivos militares ante la posibilidad de incidentes. Pero la oposición, fuertemente disgregada, se quedó en sus casas. En las vísperas de la ceremonia, The Washington Post aseguró que el general Vladimir Padrino López, ministro de la Defensa, le había pedido a Maduro que renunciara a su cargo. López salió a desmentirlo. Las Fuerzas Armadas, dijo, expresan al presidente su irrestricto apoyo y lealtad. Diosdado Cabello, el número dos del chavismo, descartó incidentes a corto plazo. Aquí no pasará nada.