"Creo que ha sido una de las mejores actuaciones del presidente en un debate y una de las peores del senador". Quien hablaba poco después de las diez y media de la noche (las cuatro y media de la madrugada en España) en el centro de prensa instalado en el gimnasio de la Universidad de Miami acababa de ver lo mismo que los 55 millones de espectadores que siguieron el debate por televisión. Había oído lo mismo que la mayoría que en las primeras encuestas consideraba a John Kerry vencedor. Pero su apasionada defensa de la actuación del presidente era lógica: quien hablaba era Karl Rove, conocido ya como "el cerebro de Bush" y su más destacado asesor.

Rove estaba, como otra multitud de personalidades de la campaña republicana y de la demócrata, en plena misión: intentar conseguir que en los medios de comunicación, sobre todo en las teles, cale su interpretación del debate. Si periodistas, analistas y comentaristas se empapan de sus palabras, su idea puede repetirse y llegar a millones de votantes. La lógica hablaría de propaganda. En EEUU se llama spin .

La máquina republicana

El método está tan elaborado y trabajado que ya le gustaría a Goebbels. Los voluntarios de ambas campañas se dedican, durante el debate, a repartir fotocopias entre la prensa destacando lo que consideran triunfos dialécticos de su candidato o errores del rival. Y a los republicanos hay que reconocerles que tienen más engrasada la máquina: ellos repartieron 10 fotocopias. Los jóvenes voluntarios de la campaña de Kerry y John Edwards repartieron, y sin alcanzar a toda la prensa, sólo cuatro. "Por favor, utilízalo", imploraba uno de los jóvenes demócratas. La actuación de su candidato luego demostraría que no era necesario suplicar.

Nada más terminar el debate, a los voluntarios les sustituyen en la sala de prensa estrategas de alto nivel. Acompañados por un ayudante que porta una pancarta con su nombre llegan Rove, el general Tommy Franks, Rudy Giuliani, Karen Hughes... En el lado demócrata, pesos no menos pesados: Madeleine Albright, Wesley Clark, Richard Holbrooke... Aquí también los republicanos se imponen formalmente: los nombres de sus cartelones se leen desde lejos. Para ver los de los demócratas casi hacen falta gafas.

La prioridad son las televisiones, pero hay tiempo también para atender a la prensa escrita. Y empieza la carrera de corrillos. "Bush ha estado arrogante y enfadado. La gente quería respuestas, y él no ha podido defender sus políticas equivocadas en Irak", decía, encantado, el presidente del Comité Nacional Demócrata, Terry McAuliffe, que repetía una y otra vez que, con la actuación de Kerry en el debate, "los americanos se han encontrado con un auténtico líder".

Quizá Albright era más cándida al hablar. "No soy objetiva", reconocía al iniciar su análisis, por supuesto positivo. "Se ha comunicado con el país". El general Clark, mientras, utilizaba cierto tono de conmiseración en un corrillo que rozaba con el que rodeaba al senador John McCain. "Cualquiera que esté ahora en esta sala intentando defender la actuación en el debate de Bush está en el lado perdedor".

Mientras los asesores intentaban extender sus mensajes, los candidatos, tras 90 minutos de tensión e intenso escrutinio, se iban de fiesta. Bush, con su mujer y sus hijas, Jenna y Barbara, acudía a una organizada en el centro de convenciones de Coconut Grove. "¿Hubo algo que valió la pena esta noche en televisión?", preguntó el propio Bush a los asistentes para romper el hielo. Volvía a ser el presidente comodísimo entre sus votantes y admiradores, a los que sin duda había echado de menos en el Convocation Center de la Universidad.

Kerry, que luego pasaría la noche en un hotel propiedad de un sindicato, se fue con Teresa Heinz Kerry a la fiesta demócrata en el Miami Arena. "¿Qué les pareció el debate? ¿Quedamos bien?".

Mientras, en la calle...

Como las respuestas eran las de esperar, no está de más preguntar, un día después, qué piensa el ciudadano de a pie. Pascale, llegado desde Italia hace 25 años, se reía ayer amablemente del aspecto de Teresa Heinz. "Parecía borracha, pero quizá sea por tanta cirugía plástica", decía riendo. La broma era casi inocente. Su voto el 2 de noviembre irá a Kerry. "Esta vez espero que sirva, aunque ya ves lo que pasó en el 2000. Y luego dicen que la mafia está en Italia...".

Cándido, cubano exiliado en Miami desde hace 49 años y "republicano de siempre", ayer desayunaba en el café Galindo. "Me aburrí, esperaba más pelea, no me gustó ninguno de los dos". ¿Significa eso que se plantearía en algún momento no votar por Bush? "Ni hablar. ¿No se da cuenta de que Kerry es de izquierdas? El otro día salió una foto de él con Daniel Ortega y todo el mundo sabe que Ortega es un comunista". ¿Y qué piensa Cándido de las relaciones más aperturistas hacia un régimen como el chino? "En ese tema lo que importa es que hay buenos precios para América y ya se sabe: tanto tienes tanto vales".