"Cuando oí el estrépito, salí a la calle corriendo. Sólo llevaba un albornoz, que encontré en el vestuario, e iba descalzo", dijo Roman, de 23 años, uno de los supervivientes de la tragedia del parque acuático de Moscú. Roman tuvo la suerte de estar en una de las saunas en el momento del hundimiento de la cúpula, fuera del epicentro del accidente.

Junto a decenas de supervivientes --la mayoría en bañador--, Roman pasó un cuarto de hora a la intemperie (17 grados bajo cero), antes de ser atendido por los equipos de rescate. "Todo estaba cubierto de cristales rotos y manchas de sangre", recuerda.

A Irina, madre de una hija de 14 años, el derrumbe la sorprendió mientras estaba en el solario. "Cuando me di cuenta de lo ocurrido, intenté encontrar a mi hija que estaba en una piscina infantil", cuenta a la puerta del hospital Morozovskaya de Moscú. Tras unos segundos de incertidumbre, Irina oyó la voz de su hija bajo un bloque caído: "Mamá, estoy aquí, pero es que no puedo salir sola. Estoy con una niña que me pide socorro". Fracasados varios intentos, la adolescente consiguió salir, sacando a hombros a una niña de cinco años. Sólo tenían heridas leves.

El alcance del hundimiento, que sepultó bajo bloques de hormigón y cristales rotos a casi toda la zona de piscinas, ha asombrado incluso a los socorristas. "Esto me recuerda a las consecuencias de un terremoto. Parece increíble que semejante hundimiento haya ocurrido en Moscú", opinó uno.