Estaba llamada a ser la última demostración de fuerza del trumpismo antes de que Donald Trump abandone la Casa Blanca y ha acabado desencadenando imágenes extraordinaria de caos y violencia, las mismas que el republicano ha abonado en los últimos cuatro años. Cientos de manifestantes han irrumpido este miércoles en el Capitolio de Estados Unidos, donde las dos cámaras del Congreso están reunidas para certificar la victoria de Joe Biden en noviembre.

El allanamiento, que ha sumido a Estados Unidos en la confusión, se ha producido después de que una multitud tomara las escaleras del edificio sin apenas oposición policial, lo que ha provocado el cierre de emergencia del edificio. Apenas una hora antes, el presidente se había dirigido a la multitud para insistir en su teoría del robo, pidiendo veladamente a sus seguidores que ajustaran cuentas con los artífices del desacreditado pucherazo. Con el asalto al Capitolio ya perpetrado, Trump colgó un mensaje en las redes sociales pidiendo a los manifestantes que se retirasen, pero volvió a insistir en su infundada teoría del fraude.

Un oficial de policía del Capitolio dispara gas pimienta a un manifestante que intenta entrar al edificio del Capitolio / EFE / KEVIN DIETSCH

La imagen insólita del Capitolio ocupado obligó a suspender la sesión conjunta de las dos cámaras del Congreso. Las autoridades cerraron las puertas del hemiciclo y evacuaron al vicepresidente Mike Pence para garantizar su seguridad. Pero aun así se vivieron momentos de extrema tensión. Las puertas del Senado tuvieron que bloquearse con armarios, según algunas fotografías, pero algunos manifestantes llegaron a entrar en el hemiciclo. Una fotografía capturó a uno de ellos levantando el puño desde el estrado que ocupa habitualmente el presidente de la Cámara. Otros irrumpieron en las oficinas de los congresistas y, según informaciones de la CNN, llegó a producirse un enfrentamiento armado en los pasillos del edificio. Esas mismas fuentes apuntaron que "múltiples oficiales" resultaron heridos, además de una mujer que recibió un disparo en el pecho y falleció horas después, según ha confirmado la policía de DC.

Hasta entonces la concentración de las decenas de miles de personas que han tomado el centro de Washington para protestar contra el infundado fraude electoral bajo el eslogan 'Salvemos América' había transcurrido sin incidentes. Pero, entre la multitud, el enfado, la frustración y la zozobra era palpable. Imperaba en muchos la sensación de que sin Trump en el poder EEUU perderá sus libertades, dará la espalda a Dios, quedará a expensas de una élite corrupta y se convertirá en un régimen totalitario.

"Frenar el robo"

"Tenemos que luchar para frenar el robo electoral, está en juego nuestra libertad", decía Lisa Verdonik, una oficial de la Marina retirada. "Si la izquierda trata de convertirnos en una dictadura comunista, esto podría acabar en una revolución. Rezo para que no suceda porque tengo miedo". Entre los asistentes había miembros de milicias paramilitares y grupos de extrema derecha como los Proud Boys, que fueron los primeros en marchar hasta el Capitolio para protestar por la reciente detención de su líder. Todos ellos comparten la hostilidad hacia el Gobierno y una clase política que consideran corrupta, una de las percepciones que Trump ha alimentado insistentemente estos años, en los que ha dividido al país, ha fomentado el odio y ha puesto las semillas para la insurrección en ciernes de este miércoles.

"Le pido a todo el mundo en el interior del Capitolio que se comporte de forma pacífica", escribió el presidente en las redes después de que se desatara el pandemonio en su interior. "Nada de violencia. Recuerden, somos el partido de la ley y el orden". La alcaldesa demócrata de Washington, Muriel Bowser, decretó el toque de queda en la ciudad a partir de las 18.00 horas. Y la Casa Blanca anunció el envió de refuerzos para la Guardia Nacional y la policía, obligadas a desalojar de un modo u otro la ocupación del edificio.

"No voy armado porque no queremos crear problemas innecesarios", decía 'Ardilla', un miembro de la milicia de Texas que condujo 24 horas desde su estado para asistir a la manifestación. Vestido con traje de camuflaje, chaleco táctico y con un puñal en el cinto, aseguró que la clase política está destrozando las libertades consagradas en la Constitución. "Estamos hartos de los políticos que no representan al pueblo y son incapaces de cooperar por el bien del país", decía Ardilla.

Ajuste de cuentas

Trump se había dirigido poco antes a la multitud para describir las pasadas elecciones como "el mayor fraude electoral de la historia". El presidente llamó "idiotas" a los 80 millones de estadounidenses que votaron por Biden, pidió a sus seguidores que ajusten cuentas con los republicanos dispuestos a apoyar la certificación de su victoria y dijo que el demócrata será un presidente "ilegítimo". Una gasolina que sirvió para enardecer a las masas que poco después irrumpieron en el Capitolio. "Hoy se va a hacer historia. Veremos si tenemos líderes valientes o líderes que tendrán que vivir avergonzados. Si acaban certificando el resultado, nunca deberíamos olvidarlo", dijo Trump a la multitud.