Marruecos es país emisor de jóvenes hacia las filas del autodenominado Estado Islámico (EI), pero también es objetivo de grupos de radicales que en los últimos años han protagonizado atentados terroristas en los que murieron marroquís y extranjeros. El ataque de la semana pasada de cuatro supuestos yihadistas contra dos jóvenes turistas escandinavas que fueron degolladas en la tienda de campaña donde pasaban la noche muestra, una vez más, que el modus operandi de los extremistas complica la lucha contra el terrorismo islámico y añade nuevos elementos al campo del radicalismo en Marruecos. «Estado Islámico no ha sido abatido. Institucionalmente ha sido debilitado, pero las ideas de la organización siguen circulando y atrayendo a jóvenes», explica a este diario el islamólogo Karim Ifrak.

Hasta el momento, en Marruecos se habían cometido atentados clásicos con artefactos adosados al cuerpo del terrorista suicida o con bombas activadas a distancia como ocurrió en el 2011 contra un café popular en Marrakech. El último ataque, sin embargo, en la región turística de Imlil, supone un paso cualitativo en el método utilizado, que recuerda a escenarios de Siria o de Irak, en donde se recurre al espectáculo del asesinato con arma blanca, incluido el degollamiento de la víctima y la grabación del mismo que posteriormente se vuelca en las redes sociales con el objetivo de amedrentar e impactar. «Estos criminales no tiene medios sofisticados, por eso estamos asistiendo a ataques caseros, privilegiando las redes sociales que alimentan el populismo», añade Ifrak.

MÁS ALLÁ DE LAS FRONTERAS

El nuevo terrorismo de naturaleza yihadista se sitúa por encima de la geografía y supera las fronteras físicas. «Un joven de Marruecos de un pequeño pueblo de Tánger vive conectado con los países del Golfo o con otros jóvenes musulmanes de Francia que de un día para otros se pueden encontrar en Siria», explica Farid El Asri, antropólogo y estudioso de los movimientos islamistas. Así, el individuo está redefiniendo el espacio en el que se mueve y que difícilmente se puede prevenir utilizando medios de la seguridad convencional. «Se necesita mucha prevención», matiza El Asri.

Fuentes de la seguridad nacional en Marruecos aseguran que «en los últimos tres años, alrededor de 150 intentos de ataques de estas características han sido abortados, gracias a la información obtenida de la inteligencia. Las personas que han intentado perpetrar estos ataques son, en la mayoría de los casos, jóvenes con perfiles similares: analfabetos y procedentes de familias desestructuradas. No pertenecen a comandos específicos, sino que se trata de lobos solitarios que pueden formar pequeñas células entre amigos, «atraídos por imágenes mediatizadas del yihadista visto como guerrillero revolucionario que defiende la igualdad».

La Rabita Mohammedia de los ulemas, asociación creada por Mohamed VI, ha promovido en los últimos años 25 unidades y 16 centros de investigación y acción contra el extremismo religioso. Desde que el EI se posicionó en la geopolítica mundial, trabaja preventivamente contra las narrativas extremistas dentro y fuera de las prisiones. «Estamos formando a los funcionarios de las prisiones pero también a presos juzgados por radicalismo que una vez desradicalizados trabajan con nosotros para sensibilizar a otros detenidos», aseguró un miembro de esta institución. Algunos de ellos han sido indultados por el rey Mohamed VI y actualmente están trabajando en diferentes ciudades del país para ahuyentar ideas mal asentadas sobre la guerra santa y disuadir a otros jóvenes de enrolarse en organizaciones criminales.

Marruecos previene también el radicalismo a través de la elaboración de discursos grabados en vídeo por sabios religiosos que inundan las redes sociales en el país para contrarrestar al enemigo yihadista. «Siete libros ya han sido publicados en internet, accesibles a todos para aclarar conceptos y luchar contra una narrativa monstruosa de los dinamizadores de nuestros jóvenes», contabilizan los expertos.