Theresa May visita hoy Irlanda del Norte para pronunciar otro discurso sobre el brexit y confirmar, una vez más, el compromiso del Gobierno de evitar una frontera dura cuando el Reino Unido deje la Unión Europea. La primera ministra no ha conseguido hasta ahora que los unionistas norirlandeses acepten el acuerdo que firmará con los Veintisiete, donde se incluye una salvaguarda sobre el asunto fronterizo. May, según anunciaron sus portavoces, tiene intención de viajar a Bruselas a finales de esta semana para entablar conservaciones con representantes de la UE y ofrecerles alguna alternativa novedosa, por el momento inexistente, que desbloquee el brexit. Por ahora no se vislumbra una solución en el horizonte. Mientras, el 29 de marzo, el día oficial de la salida, que May mantiene, se echa encima. Entre diputados de todos los partidos en la Cámara de los Comunes se sospecha que May está dejando correr el tiempo para forzar en el último instante el apoyo a su plan y evitar una salida por las bravas.

Ayer, el ministro para el brexit, Stephen Barclay, comenzó en Londres lo que serán tres días de discusiones entre diputados conservadores y funcionarios de la Hacienda británica para buscar alternativas al problema de la frontera.

La fórmula presentada por parlamentarios tories a favor y en contra de la salida es el llamado Malthouse Compromise, que propone la retirada de esa garantía en Irlanda del Norte a cambio de la extensión del periodo de transición hasta el final del 2021, a fin de lograr un acuerdo comercial durante ese tiempo con la UE. El grupo defiende que el uso de tecnología y una mayor cooperación evitaría los controles en la demarcación que separa el territorio británico de la República de Irlanda. Los rebeldes más recalcitrantes, como Jacob Rees-Mogg, que preside el European Research Group a favor de la salida, admitió que podría «tragar con cierta repugnancia» el acuerdo de May, si la salvaguarda es reemplazada por el Malthouse Compromise.

La próxima salida del Reino Unido de la UE no deja de tener consecuencias económicas. El Gobierno británico ofreció a Nissan una inyección de 80 millones de libras (unos 91 millones de euros) poco después del referéndum del brexit, en 2016, a cambio de continuar produciendo nuevos modelos en su planta de Sunderland (Inglaterra), reveló ayer el diario Financial Times.

MARCHA ATRÁS

En una carta dirigida a los responsables de la firma, el Ejecutivo detalló entonces que la inversión estaba condicionada a la «decisión positiva por parte de la dirección de Nissan de asignar la producción de los modelos Qashqai y X-Trail a la planta de Sunderland». La firma japonesa decidió tras recibir esa misiva comenzar a planear la producción del X-Trail en Inglaterra, pero el domingo anunció que ha dado marcha atrás a esos planes y llevará en cambio la fabricación a Japón. El presidente de la compañía para Europa, Gianluca de Ficchy, argumentó que se ha tomado la decisión por «razones empresariales». «La continuada incertidumbre alrededor de la futura relación del Reino Unido con la Unión Europea no está ayudando a compañías como la nuestra a planear el futuro», detalló De Ficchy.