La primera ministra británica, la conservadora Theresa May, volverá mañana a Bruselas para entrevistarse con el presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, y el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk. Tanto Juncker como Tusk verán hoy al primer ministro de Irlanda, Leo Varadkar. La primera ministra británica retorna con el problema pendiente del brexit para reclamar cambios en el acuerdo de salida firmado con los Veintisiete en noviembre.

En Londres no aclaraban, tras el anuncio, si May hará nuevas propuestas para solucionar el obstáculo crucial de la salvaguarda en Irlanda del Norte o se tratará de conversaciones, sobre cómo evoluciona la situación tras el rechazo de los diputados británicos al plan.

Ayer en Belfast, May afirmó que quiere cambios en esa salvaguarda, pero no su eliminación, como exigen unionistas noirlandeses y los diputados rebeldes conservadores. «No estoy proponiendo el persuadir a la gente para que acepte un acuerdo que no contenga una garantía para el futuro», declaró la premier.

Los portavoces en Downing Street sugieren que May llevaría a Bruselas alguna de las tres ideas, o las tres quizás, que están siendo estudiadas por el Gobierno, con la colaboración de asesores legales. Dos de ellas implicarían imponer un límite de tiempo a la salvaguarda o bien crear un mecanismo que permitiera al Reino Unido abandonarla unilateralmente.

CONTRADICCIÓN

La tercera opción sería reemplazar esa garantía con acuerdos alternativos, como el uso de tecnología, para evitar los controles aduaneros, una fórmula planteada por diputados conservadores de diferentes tendencias, conocida como Malthouse compromise. Todas esas opciones han sido ya estudiadas y rechazadas anteriormente por Bruselas. La última, además, se contradice con lo afirmado por May en Belfast.

En la capital norirlandesa, en un encuentro con representantes del mundo empresarial, con el que inició una visita de dos días a la provincia, May reiteró su firme compromiso para evitar una frontera dura entre las dos Irlandas y «proteger el Acuerdo de Paz de 1998». May trató de tranquilizar al mundo de los negocios, pero tuvo que esforzarse por explicar cómo el acuerdo, que ante la misma audiencia y en el mismo lugar había defendido ardientemente a finales del pasado año, debía ahora modificarse.

«Luché duramente a favor del acuerdo tal y como está. Creí que podía lograr una mayoría en la Cámara de los Comunes, pero debo reconocer que en su forma actual no será así y necesita cambios en la salvaguarda, que es el asunto clave». La salvaguarda es «tóxica», volvió a repetir la líder del Partido Unionista Democrático, Arlene Foster.

Para complicar aún más la situación, el unionista David Trimble, uno de los arquitectos del Acuerdo de Viernes Santo y Premio Nobel de la Paz, se propone demandar al Gobierno británico por considerar que la salvaguarda con la UE rompe con lo establecido en aquel pacto.