"En el desierto libio, una indústria del secuestro y de la tortura está en pleno auge", ha alertado Jean-Guy Vataux, jefe de la misión en Libia de Médicos Sin Fronteras (MSF).

Libia es un estado fallido después de la muerte del dictador Muamar al Gadafi, que gobernó con mano dura el país durante más de 40 años. El estado está sumido en el caos y la situación humanitaria se ha deteriorado en los últimos meses, ha denunciado el responsable de la oenegé. "En 20 años trabajando sobre el terreno, en países en crisis, es la primera vez que veo condiciones tan duras", ha declarado.

El desierto actúa como un escenario ideal para una dinámica diferente del tráfico de personas. Se trata de la especialización en el secuestro y la tortura. Las redes que se ocupan de esta actividad son diferentes de las que trafican con migrantes.

PERSONAS CON MENOR PODER ADQUISITIVO

Las víctimas son fundamentalmente "pobres, migrantes en tránsito o trabajadores inmigrantes, que son incapaces de defenderse", de modo que las redes, en lugar de retener a personas con un poder adquisitivo mayor, se centran en los que tienen menos dinero. Piden recompensas de 1.000 a 3.000 dólares (de 800 a 1.500 euros, aproximadamente). Los que logran pagar el rescate suelen ser liberados en condiciones deplorables.

En los últimos años, Libia se ha convertido en una importante ruta de tránsito de migrantes africanos que intentan llegar a Europa. Allí proliferan las mafias que trafican con personas que en gran medida huyen de la violencia y del terrorismo promovido por Boko Haram, el brazo africano del Estado Islámico.

Los líderes europeos que se han reunido este lunes en París para tratar los flujos migratorios han propuesto identificar los refugiados en Níger y Chad, a lo que el responsable de MSF ha respondido que la medida no servirá para frenar los desplazados económicos. "Los estados europeos siempre han dicho: no os queremos".