Unos 89 millones de mexicanos están llamados este domingo a las urnas para elegir a su nuevo presidente. Todo indica que, por primera vez, el vencedor será un político de izquierdas, según los sondeos. Andrés Manuel López Obrador se presenta como el heredero de las grandes gestas nacionales y como quien culminará las luchas sociales del último medio siglo. Que un político como López Obrador pueda alcanzar la presidencia significa no solo un cambio de régimen en México, sino también la entronización de la narrativa de la justicia social.

En su espectacular cierre de campaña el pasado miércoles en el Estadio Azteca y ante unas 85 mil personas, el candidato favorito reivindicó las figuras de líderes contemporáneos de luchas sociales y de la vida intelectual. De izquierda, la mayoría, pero también algunos que, provenientes de la derecha, dieron ejemplo de compromiso con la democracia.

También introdujo la noción de que México está a punto de completar un ciclo que empezó en los 60, con los movimientos reprimidos de médicos y trabajadores del ferrocarril, la represión sangrienta de las protestas estudiantiles de 1968 y de las guerrillas de los 70, los dos fraudes electorales -el de1988 contra su predecesor como representante de la izquierda, Cuauhtémoc Cárdenas, y el de 2006 contra el propio López Obrador-; y, como contrapuento poético, con la insurrección zapatista de 1994.

En todos los casos, el sistema salió herido pero triunfante e impuso condiciones que partieron el país en tres: familias que destacan por ser de las más ricas del planeta, una pequeña clase media con acceso a algunos beneficios de la globalización, y un 45% de la población que vive con menos de cuatro euros al día.

EL VÉRTIGO DE LOS RIVALES

Entre el resto de rivales hay vértigo. El candidato del PRI, el partido que volvió a considerarse eterno tras regresar al poder en 2012, José Antonio Meade, no convence ni a sí mismo cuando afirma que López Obrador sabe que va a perder. En el PAN, el otro gran partido de la derecha, se preparan para el gran ajuste de cuentas con la camarilla que conquistó, sin reparar en métodos ni daños, la dirección del partido a sangre y fuego. Margarita Zavala, panista de cepa y esposa de Felipe Calderón, presidente del 2006 al 2012, se lanzó como aspirante independiente en protesta por el tsunami Ricardo Anaya, quien arrasó con todo y con todos para ser candidato presidencial.

REDES SOCIALES

Su partido conservará sin duda Guanajuato -su bastión histórico- pero de las otras ocho contiendas estatales, con suerte y muchas mañas ganará tres. Los analistas saben que les van a cobrar los platos rotos. “Va a ser muy importante reunirnos inmediatamente después”, les dice Anaya a sus colaboradores cercanos en un video filtrado el viernes, “porque hay un grupo de gente que va a andar al acecho y va a querer hacerse con el partido”.

Nada que incomode o preocupe a los seguidores de AMLO (así se conoce a López Obrador) que no hacen más que utilizar las redes sociales para lanzar los mensajes de su candidato: “Estamos a punto de convertir en realidad los sueños de muchos mexicanos de antes y de nuestro tiempo”, afirmó el político izquierdista a los miles de seguidores en el imponente estadio Azteca, “porque lo que vamos a consumar viene de lejos y se ha fraguado con el esfuerzo y la fatiga de muchos compañeros, hombres y mujeres, de distintas clases sociales y corrientes de pensamiento”.