La celebración de unas elecciones municipales el próximo mes de noviembre y de unas parlamentarias el próximo año, combinado con una preocupante caída de su popularidad en las encuestas, ha obligado al partido gobernante polaco, el conservador y euroescéptico Ley y Justicia (PiS), a proponer algo que roza la ocurrencia, y es que los ministros renuncien y donen sus primas del 2017 a la oenegé católica Cáritas. Consciente del malestar que produjo la divulgación del monto de esas primas -15.000 euros, 15 veces el salario medio polaco-, el presidente del partido, Jaroslaw Kaczynski, ha anunciado la presentación de una iniciativa de ley que incluye asimismo la rebaja de un 20% el sueldo de los parlamentarios, así como el establecimiento de un techo máximo a los salarios de alcaldes y otros responsables locales y regionales.

"Los ministros y los secretarios de Estado, que son hombres políticos, han decidido entregar sus primas a Cáritas para que se destinen a obras sociales", declaró el populista Kaczynski, auténtico poder de un partido cuya acción de Gobierno ha sido tildada en Europa de autoritaria. Kaczynski también incluyó en su anuncio a los responsables de las sociedades estatales, que no recibirán las pagas suplementarias a las que hasta el momento habían tenido derecho, y que en algunos casos multiplicaban por dos sus salarios de base.

Caída en las encuestas

La divulgación del monto de las primas de los miembros del Gobierno, el pasado febrero, se ha convertido en pocas semanas en el principal dolor de cabeza del PiS. Flaco favor al partido hicieron las declaraciones de la exprimera ministra Beata Szydlo, cuando declaró ante las cámaras de televisión que eran primas totalmente legítimas que recompensaban "el duro trabajo" que desempeñaban los miembros del Gobierno. Tanto la oposición como los medios de comunicación desempolvaron entonces las declaraciones de Kaczynski cuando, en sus tiempos en la oposición, criticó duramente estas primas, que en aquel entonces no eran ni de lejos tan sustanciosas. La controversia desatada ha mermado en poco tiempo una popularidad demoscópica que desde la llegada del partido al poder no había dejado de crecer: del 40% en la intención de voto antes de febrero el PiS ha pasado a un significativo 28%.

Los analistas consideran que la victoria del PiS en las elecciones del 2015 obedeció en gran parte al creciente descontento de la población con la larga hegemonía de los centristas, encarnados en la última etapa por la figura de Donald Tusk. Fueron, precisamente, varios escándalos relacionados con el nivel de vida de los miembros del Gobierno los que propiciaron, al menos en parte, el vuelco electoral.