Moon Jae-in inició hoy su mandato de cinco años como décimo segundo presidente de Corea del Sur, pocos minutos después de ser proclamado oficialmente vencedor en las elecciones presidenciales por la oficina de gestión electoral surcoreana.

Moon, de 64 años, comenzó su mandato inmediatamente después de que la Comisión Electoral Nacional (NEC) confirmara su victoria a las 8.00 hora local (23.00 GMT del martes), y antes incluso de jurar el cargo en una ceremonia programada para el mediodía en la Asamblea Nacional (Parlamento).

La comisión emitió un certificado confirmando la victoria de Moon, que llegó al presidente a través de un representante de su formación, el Partido Democrático (PD).

En su primera tarea como nuevo jefe de Estado, Moon recibió un informe telefónico del jefe del Estado Mayor, el general Lee Sun-jin, al que aseguró que "no hay problema" en la postura defensiva del país, según declaraciones recogidas por Yonhap.

Moon también asumió hoy el control de las Fuerzas Armadas, y tiene previsto reunirse con los líderes de los partidos de la oposición con escaños parlamentarios una vez jure el cargo.

El político liberal obtuvo el 41,1 % de los sufragios en los comicios del martes frente al 24,03 % del conservador Hong Yoon-pyo, que fue segundo, en la que supuso la mayor brecha de votos en unas elecciones presidenciales desde que el país asiático comenzara su etapa democrática en 1987.

Las del martes fueron las primeras elecciones adelantadas para elegir presidente en este país, a raíz de la destitución que el Constitucional hizo a su antecesora Park Geun-hye por su implicación en el caso de corrupción de la "Rasputina".

La expresidenta, depuesta el pasado 10 de marzo y quien está en prisión preventiva, está acusada de crear una red con su amiga Choi Soon-sil, apodada "Rasputina" por la influencia que ejercía sobre la Jefa de Estado, que supuestamente recibió sobornos de millones de dólares de grandes empresas.

LUCHADOR POR LOS DERECHOS CIVILES

Ese viento ha empujado a Moon, un reputado luchador por los derechos civiles e hijo de desertores norcoreanos durante la guerra. Su victoria amenaza un mapa regional de equilibrios en el que Seúl sigue a ciegas a Washington al precio de irritar a China. Moon ha dejado dicho que Corea del Sur tiene que “aprender a decir que no” a los estadounidenses y se ha mostrado muy crítico con el escudo antimisiles o THAAD (por sus siglas inglesas). Ese escudo resume el conflicto: China y Rusia se han opuesto por la razonable sospecha de que, más allá de controlar los misiles norcoreanos, también le servirá a Washington para fiscalizar su territorio.

Pekín, el socio económico principal de Seúl, le está sometiendo a un castigo severo que notan sus multinacionales, artistas y cualquiera que dependa del mercado chino. Moon es partidario de que el Parlamento discuta sobre el escudo para subsanar el unilateral acuerdo firmado por su predecesora. Será complicado que Corea del Sur lo retire cuando Estados Unidos adelantó su despliegue precisamente para vadear esa posibilidad. Ordenar a los estadounidenses que se lo lleven sería una bofetada inasumible hacia su principal socio militar en la zona.

Habrá más tensiones entre Seúl y Washington con Moon, certifica Scott Snyder, director del programa Estados Unidos-Corea del think tank Council on Foreign Relations. “Pero al final serán manejables debido a los importantes intereses comunes en materia de seguridad. Los surcoreanos están más inclinados a resolver sus problemas sociales como presupuesto previo a lidiar con sus amenazas externas como Corea del Norte”, explica por email.

ACERCAMIENTO

Los halcones presentan a Moon como un flojo en el asunto norcoreano. Moon quiere jubilar la hostil política de sanciones, allanar el entendimiento y retomar proyectos conjuntos como el complejo industrial de Kaesong. Incluso está dispuesto a reunirse con Kim Jong-un en Pyongyang. El más que probable ganador es el hijo político de Roh Moo-hyun, cuya línea de apaciguamiento permitió la histórica cumbre presidencial en Pyongyang en 2007 con Kim Jong-il, padre del actual dictador. La llegada de los conservadores a Seúl arruinó sin remedio el clima.

A los surcoreanos les desvelan asuntos más cotidianos que los cálculos geopolíticos. La economía ha perdido fuelle, suben lasdesigualdades sociales y el paro juvenil alcanza el 10%. Toda la frustración se dirige hacia los chaebol, esos grandes conglomerados familiares en los que se apoyó un país devastado por la guerra para remontar pero que hoy simbolizan la más degradante corrupción. Las promesas para embridarlos forma parte de la liturgia electoral de los últimos años. Moon propone dar más poder a los accionistas minoritarios y otras medidas para mitigar sus excesos, pero es complicado que pueda luchar contra intereses tan asentados y poderosos.