Las nubes bajas y la intermitente lluvia que cae desde hace días sobre Siberia oriental no impiden discernir los fogonazos y el rastro que dejan en el horizonte los proyectiles disparados por las baterías antiaéreas rusas. Desde el punto de observación del polígono militar de Telembá, que se abre a un valle cubierto por un frondoso bosque donde se lleva a cabo el ejercicio, decenas de periodistas venidos especialmente desde Moscú en un avión fletado por el Ministerio de Defensa ruso, apuntan con sus cámaras, sus binoculares y sus objetivos fotográficos hacia los lanzamientos realizados por las baterías S-400, S-300, Buk y Tor. El Kremlin ha querido garantizarse que las más gigantescas maniobras militares emprendidas desde la desintegración de la URSS, de dimensiones no vistas en los últimos cuatro decenios, reciban la atención adecuada en los medios de comunicación de Occidente, principal destinatario del mensaje implícito que conlleva este descomunal despliegue.

Nada más acabar el ejercicio, el coronel Aleksándr Agafónov ha dado cuenta a los periodistas del éxito de la misión. “Hemos demostrado nuestro dominio”, en la defensa antiaérea, ha valorado el oficial. A escasos metros, el también coronel Serguéi Kurishkin se encogía de hombros y respondía con una vaguedad cuando un reportero le preguntó quién era “el enemigo”. “Nuestro enemigo es un enemigo aéreo supuesto”, contestó con ciertas dosis de incomodidad.

PARTICIPACIÓN CHINA

Las maniobras se prolongarán hasta el próximo lunes. Más que el número de efectivos que Moscú ha puesto en acción, unos 300.000 militares, que equivalen a un tercio de las Fuerzas Armadas de Rusia, es la participación de tres millares de soldados de la vecina China el elemento que más ha llamado la atención de los observadores militares, unas maniobras que, además, coinciden con el encuentro que celebraron los presidentes de ambos países, Vladímir Putin y Xi Jinping el lunes en Vladivostok en el marco del Foro Económico Oriental.

Telembá, una aldea de casitas de madera de la república siberiana de Buriatia, en medio de una estepa inhóspita, refleja las limitaciones a largo plazo de esta incipiente alianza militar entre Pekín y Moscú. En el lado ruso de la frontera común, es decir Siberia Oriental y el Lejano Oriente, apenas viven seis millones de ciudadanos en una zona deprimida, que muestra escasos signos de actividad económica. El norte de China colindante con Rusia está superpoblado y muchos habitantes han optado por instalarse y abrir negocios en territorio del vecino del norte, país que de nuevo bordea la regresión demográfica.

Las maniobras Vostok-2018 tienen lugar precisamente en una de las zonas más atrasadas aisladas de Rusia. Muchas de las carreteras regionales están semiasfaltadas y los desplazamientos por tierra son complicados y requieren tiempo. Sin yacimientos de petróleo o gas, la agricultura y la minería son los pilares sobre los que se asienta la economía de esta región.