Un Humvee estadounidense circuló el viernes durante toda la mañana alrededor de la plaza del Paraíso, el mismo lugar que hace un año se convirtió en uno de los iconos del joven siglo XXI cuando cientos de iraquís, con la inestimable ayuda de un tanque estadounidense, derribaron la estatua de Sadam Hussein. La plaza estuvo vacía todo el día en un símbolo inequívoco de que las cosas se están haciendo rematadamente mal en Irak.

Y es que el Ejército ocupante declaró el lugar zona militar cerrada en previsión de manifestaciones tras el rezo de los viernes y cortó todos los accesos en varias calles a la redonda. "Dispararemos sin previo aviso a cualquiera que se acerque armado a la zona", advertían en árabe desde el Humvee.

Hace un año, audaces y autocomplacientes comparaciones surgían de políticos y comentaristas estadounidenses, británicos o españoles. El derrumbe de la estatua, la alegría de los iraquís que golpeaban con sus zapatos el rostro hierático del dictador se equiparaba a la destrucción del Muro de Berlín, a la derrota del fascismo, a la conquista de Berlín en la segunda guerra mundial.

Atolladero para EEUU

Hoy, las comparaciones hablan de un atolladero para EEUU al mismo nivel que Vietnam, de una crisis de rehenes extranjeros no vista desde la guerra del Líbano. ¿Conquista de Berlín? Lo más parecido a la segunda guerra mundial fue anteayer la burda manipulación, al estilo del peor Goebbles, del mensaje que se transmitía desde el Humvee que circulaba por la desierta plaza: "Iraqís, si no os gusta ver vuestras calles cerradas se lo podéis agradecer al Ejército del Mehdi".

Primero fue Sadam y su reducto de fieles. Después tomó su relevo la sucursal iraquí de Al Qaeda, liderada por el jordano Abú Musab al Zarqaui. Ahora resulta que el enemigo número uno de EEUU en Irak es el Ejército del Mehdi, una milicia formada por jóvenes casi adolescentes y liderada por un clérigo de unos 30 años, Moktada al Sadr, que hace una semana era tan sólo un incordio que lanzaba incendiarias peroratas cada viernes desde su mezquita en Kufa y que se ha convertido en un referente de la rabia, no ya de los shiís, sino de gran parte de los iraquís. Porque ahora, los irakólogos ya no sonríen con condescendencia cuando oyen a cualquier iraquí de a pie comentar lo que llevan un año repitiendo: "No hay sunís, no hay shiís, todos somos iraquís".

El viernes, el barrio de Adamiya de Bagdad, suní, amaneció empapelado por panfletos escritos, impresos y fotocopiados en Ciudad Sadr, el barrio shií de la capital. "Larga vida a la resistencia en Faluya. Larga vida a la resistencia en Ciudad Sadr. No sunís, no shiís, unidad de los musulmanes y de los iraquís. Muerte a los cerdos americanos, muerte a los judíos", se leía en el panfleto. Alguien del barrio --en cuyas paredes algún iraquí se dedicó a garabatear la pintada No hay nada que celebrar en el día de la ocupación , en referencia al aniversario de anteayer-- añadió a mano: Alá es grande. Larga vida a la resistencia en Adamiya . Idénticos añadidos se leían en los panfletos distribuidos por todo Bagdad.

Un año después de la caída de Sadam, y especialmente desde hace una semana, en Irak nadie habla de reconstrucción. Ni de democracia. Ni de libertad. Todos están preocupados por la seguridad. Uno podía esperar, como extranjero, que le hicieran a través de la ventanilla del coche el símbolo de rebanarle el cuello en el triángulo suní o en Ti-krit. Pero no en un atasco en Karrade Interior, la arteria comercial de Bagdad. Mohamed es un chófer iraquí que trabaja para un periódico árabe. El jueves recibió en su casa un anónimo en el que se le amenazabade muerte si no deja de trabajar para un periodista extranjero. El reportero no es occidental. Es kuwaití.

Apenas se ven policías en la calle, y la confianza de las fuerzas ocupantes en ellos ha disminuido después de ver que en Nayaf, Faluya, Kufa y Kut estos agentes --entrenados y equipados por los militares extranjeros, entre ellos los españoles-- se han unido a los insurgentes y han usado contra los ocupantes los equipos y los conocimientos que éstos les han transmitido. Estos policías tienen una difícil elección: luchar junto a familiares y amigos o contra ellos al lado de las fuerzas ocupantes.