Algo empieza a moverse en la India. Aunque de forma incipiente y localizada, las mujeres han decidido levantar la voz para decir basta a una sociedad que las relega a una ciudadanía de segunda sujeta a limitaciones ancestrales. Como, por ejemplo, la prohibición de entrar en un templo hindú al ser consideradas impuras por menstruar. Dos mujeres, desafiando a los todopoderosos sectores conservadores, ya han entrado en el templo de Sabarimala, provocando un auténtico terremoto social en el progresista estado de Kerala, en el sur del país. Las protagonistas del hito son Bindu Ammini y Kanakadurga.

Vestidas de negro y escoltadas por la policía, la madrugada del miércoles pusieron punto y final a siglos de prohibición y, aprovechando el descuido de los ‘ultras’ que defendían el recinto religioso, entraron. Fue el colofón, a modo de victoria, de una lucha larvada durante meses, si no años. El pasado mes de septiembre, el Tribunal Supremo sentenció levantar la prohibición de que niñas y mujeres, de entre 10 y 50 años, entraran en el templo a riesgo de mancillarlo. Sin embargo, y pese a contar con el aval judicial, ninguna fémina lograba el objetivo de poner el pie en el interior del famoso templo de Sabarimala, fuertemente custodiado por miles de devotos que lo impedían. El proceso judicial fue promovido en el 2006 por la Asociación de Jóvenes Abogados india en claro desafío a la tradición centenaria.

620 KILÓMETROS DE CADENA HUMANA

Antes de lograr el objetivo de acceder al templo, las protestas han sido múltiples durante los últimos meses. Una de las más espectaculares fue protagonizada el lunes pasado cuando cientos de miles de indias participaron en una cadena humana a lo largo del estado de Kerala cubriendo, nada más y nada menos, que 620 kilómetros. Construyeron el que bautizaron como “muro de mujeres”, una iniciativa secundada por el Gobierno comunista de Kerala. Los funcionarios participaron en la protesta y escuelas y universidades solamente funcionaron media jornada a fin engrosar, con un éxito incontestable, la cadena humana.

La indignación de los devotos más radicales no cesa. Devotos, paradójicamente, entre los que se encuentran mujeres, radicalmente en contra de lo que han realizado sus conciudadanas. La jornada de huelga convocada para el jueves se ha saldado con, al menos, una persona fallecida. Los heridos se cuentan por decenas, como los vehículos destruidos en medio de los disturbios entre los partidarios de mantener la tradición y quienes avalan romperla. El paro ha sido convocado por la coalición de grupos de derecha, secundada por al partido nacionalista hindú BJP del primer ministro Narendra Modi y por el histórico Partido del Congreso de la dinastía Nehru-Gandhi.

VIOLENCIA CRECIENTE

Tiendas y pequeños negocios han cerrado sus puertas y el servicio de transporte público ha sufrido alteraciones en todo el estado de Kerala; especialmente Kochi, la capital comercial. Los taxistas han evitado aceptar pasajeros a riesgo de ser agredidos por los convocantes del paro. Su presión ha logrado paralizar, prácticamente, laactividad diaria en el estado indio.

A medida que avanzaba la jornada del jueves, aumentaban los conatos de violencia. Los datos aportados por el jefe de Gobierno de Kerala, Pinarayi Vijayan, dan cuenta de ello: siete vehículos policiales y 79 autobuses destruidos, y decenas de miembros de las fuerzas de seguridad y medios de comunicación, en su mayoría mujeres, agredidos.

El político del Partido Comunista de la India constató que hay "un alto grado de violencia a lo largo del estado" y aseguró que que su Gobierno tiene la responsabilidad de implementar la decisión del máximo órgano judicial.

"El Sangh Parivar (grupos afines al nacionalista hindú de extrema derecha Rashtriya Swayamsevak Sangh) están tratando de sabotear el veredicto del Tribunal Supremo, los devotos reales no están en contra del veredicto", ha afirmado Vijayan.

El jefe del Gobierno de Kerala defendió a capa y espada la entrada de las dos mujeres al santuario. Imágenes difundidas por medios locales que han dado la vuelta al mundo muestran a dos mujeres de negro con la cabeza cubierta accediendo al templo en la oscuridad de la noche entre una multitud de hombres, tras haber realizado la ascensión de cinco kilómetros desde la localidad de Pamba hasta el templo.