Ya hace 8 años, en el 2010, los lectores de la revista 'Time' eligieron a Julian Assange como la persona más influyente del mundo. Sería, cuanto menos, enriquecedor saber si aquellos mismos ciudadanos considerarían, a día de hoy, que aquel hombre al que encumbraron entonces, otorgándole los honores de adalid de la libertad de expresión, sigue manteniendo su capacidad de influir, y con qué intereses, en la agenda internacional.

De difícil mesura, eso de la influencia, sí hay un dato irrefutable: el nombre del ciberactivista ha aperecido vinculado en sus últimos ocho años a acontecimientos políticos de alcance mundial como las elecciones norteamericanas con victoria de Donal Trump y las francesas, que se adjudicó Emmanuel Macron. Su plataforma ha hecho de altavoz de mails secretos que desacreditaban a la candidata demócrata, Hillary Clinton, en favor del candidato conservador, y, de igual manera aunque con menos fortuna, de documentación que perjudicaba a Macron en favor de su contrincante ultraderechista, Marine Le Pen.

En este contexto, no puede dejarse pasar por alto un dato: las opciones a las que han beneficiado las filtraciones hechas desde la plataforma de Assange coinciden sistemáticamente con los intereses estratégicos de la Rusia de Vladimir Putin, siempre interesado en cualquier causa que pueda desestabilizar o debilitar la Unión Europea. La partición traumática de un estado comunitario sería una de esas causas.

En pleno conflicto catalán, el australiano acaba de reconocer estar prestando sus servicios para garantizar el funcionamiento de la web del referéndum catalán unilateral del 1-O, clausurada por orden judicial pero replicada de forma inmediata en otra y, por lo tanto, nuevamente activa.

Denuncia de los abusos estadounidenses

Poliédrico hasta límites que inicialmente pocos sospechaban, el mundo se empeñó en destacar la arista heróica de aquel misterioso hombre australiano -(Townsville, Australia, 1971)-, un hacker, un mago de la encriptación y fundador del sitio web Wikileaks. El mundo'compró' que, en aras de la justicia y la libertad de expresión, el periodista hiciera públicos en el 2010 cerca de 90.000 documentos secretos sobre la guerra que EEUU libraba en Afganistán. Meses después, hizo lo propio con información sobre la ofensiva estadounidense en Irak. Los documentos daban cuenta de los abusos cometidos por parte de las Fuerzas Armadas estadounidenses en suelo afgano e iraquí y la ocultación los "daños colaterales" que implicaron el asesinato de civiles. Fue multipremiado con los galardones más prestigiosos.

La mayor fuga de información

Su fama traspasó fronteras y sus problemas, también. No tardaron en multiplicarse exponencialmente sus dolores de cabeza. No en vano se había convertido en el enemigo número uno de EEUU al humillar a la gran potencia con la mayor fuga de información de la inteligencia en toda la historia del país.

Y afloraron las aristas más controvertidas de su personalidad, episodios que Assange niega y atribuye a una campaña de desprestigio, a una trampa para acabar bajo las garras de la justicia norteamericana que buscaría, a toda costa, extraditarle para pedirle responsabilidades por la filtración de documentos secretos.

En noviembre del 2010, Suecia emitió una orden de búsqueda y captura contra Assange tras la denuncia de dos mujeres suecas que le acusaban de abusos sexuales, incluida la violación en uno de los casos. Las denunciantes le reprochaban el no haber usado preservativos sin consentimiento. Assange siempre ha sostenido que fueron relaciones consentidas.

Acusaciones de abusos

Temeroso de ponerse a disposición de la justicia sueca, en la que veía una amenaza de ser extraditado a EEUU, el ciberactivista se refugió en la embajada de Ecuador en Londres, donde lleva encerrado nada más y nada menos que cinco años, desde agosto del 2012. El pasado mes de mayo, la justicia sueca cerró la causa al concluir, en un caso, que el delito había prescrito y, en otro, que no había pruebas concluyentes para mantener la acusación. El caso dio la oportunidad de conocer la vertiente más misógina del periodista cuando, para desacreditar a sus denunciantes, describió a Suecia como "la Arabia Saudí del feminismo".

A día de hoy, son muchos los analistas que se preguntan dónde acaba el Assange defensor del derecho del público a ser informado y dónde empieza el Assange que pretende influir en la política internacional. Nicholas Weaver, investigador del International Computer Science Institute (ICSI) de la Universidad de Berkeley, citado por el periódico británico 'The Guardian', es tajante: "Assange ha perdido el norte".