Si el objetivo de EEUU es forzar un cambio de régimen o promover un golpe de Estado, puede que la Administración de Trump haya escogido a la persona adecuada. El Departamento de Estado anunció el nombramiento de Elliott Abrams como enviado especial para Venezuela, un cargo que equivale a dirigir el día a día de la política estadounidense hacia el país caribeño.

Abrams es un viejo conocido en las Américas y también en Oriente Próximo, un beligerante neocon (neoconservador tradicionalista) que respaldó el genocidio indígena en Guatemala, la guerra sucia de los militares en El Salvador y que fue condenado por mentir al Congreso durante el escándalo Irán-Contra. Todo aquello, en los estertores de la guerra fría porque, ya estrenado el nuevo siglo, sería uno de los arquitectos de la invasión de Irak en el 2003.

«La pasión de Elliot por los derechos y las libertades de todos los pueblos lo convierten en un candidato perfecto, valioso y oportuno», dijo el secretario de Estado, Mike Pompeo, al presentar su nombramiento. El anuncio se produjo solo dos días después de que EEUU reafirmara su postura en Venezuela al ser el primer país del mundo en reconocer a Juan Guaidó como presidente interino, poco después de que él mismo, que preside la Asamblea Nacional, se arrogara el cargo en un claro desafío al régimen de Maduro.

El nombramiento de Abrams es otro paso para rehabilitar a los neocon. Otro de sus abanderados, John Bolton, es ahora asesor de Seguridad Nacional, mientras Samantha Ravich, criada a la sombra de Dick Cheney, es la número dos de la Junta de Asesores de Inteligencia Exterior.

La elección de Abrams no parece casual. Trump lleva desde el 2017 amenazando con utilizar la «opción militar» en Venezuela para forzar un cambio de régimen. Ese mismo año dejó petrificados a sus lugartenientes al preguntarles por qué no cortaban por lo sano lanzando una invasión como las de Panamá y Granada en los años 80. Le respondieron que la opción corría el riesgo de alienar a sus aliados latinoamericanos tras conseguir que aislaran al régimen bolivariano, pero Trump no se dio por vencido.

Según The New York Times, su Gobierno llegó a entablar negociaciones secretas con militares rebeldes venezolanos, uno tan presuntamente corrupto que está incluido en la lista de sanciones estadounidenses. Aparentemente la intervención se acabó descartando porque la Casa Blanca no se acabó de fiar de sus socios y pensó que el golpe sería un fracaso.

Abrams sabe mucho de guerra sucia y cambios sangrientos de régimen. Unos años después de que los escuadrones de la muerte convirtieran El Salvador en un cementerio, dijo que «el legado de la Administración» Reagan en el país centroamericano fueron «logros fabulosos». Por entonces, había sido ya condenado a dos años en libertad condicional por ocultar información al Congreso sobre la venta de armas a Irán y el uso de sus beneficios para financiar a la Contra nicaragüense. George Bush padre impidió que su carrera se hundiera al concederle el indulto.