Alrededor del país, las calles están empapeladas con un mismo rostro, el rostro de la política israelí. A sus 71 años, Binyamín Netanyahu se juega su futuro político en los comicios de este martes, los cuartos en dos años. Con más de tres lustros como primer ministro, Bibi ha convertido las elecciones en un plebiscito sobre su persona. El mandatario más longevo del país también es el primer jefe del Gobierno israelí imputado en el cargo. Tras la pésima gestión de la pandemia de coronavirus, Netanyahu ha lavado su imagen pública con una campaña de vacunación única y sus éxitos diplomáticos en la región.

Líder implacable, Netanyahu ha conseguido desbancar a cualquier oponente que ha surgido en el Likud. Pese a más de una treintena de partidos rivales -entre ellos, algunos creados por sus excompañeros de partido-, el primer ministro encabeza las encuestas aunque sin darle la mayoría. El 51% de la sociedad israelí no le quiere como jefe de Gobierno, pero es mucho más popular que sus adversarios. Con los 30-32 escaños que proyectan las encuestas, se acerca a la mayoría de 61 si se confirman los socios declarados y potenciales.

“Volvemos a la vida”, rezan los carteles electorales con su rostro. Casi la mitad de la población israelí está vacunada, lo que ha permitido un oportuno retorno a la normalidad en las calles del Estado hebreo antes de las elecciones. Inmunizado en prime time, Netanyahu se ha tomado la campaña de vacunación como una afrenta personal. Albert Bourla, presidente ejecutivo de Pfizer, ha reconocido que el obsesivo mandatario le llegó a llamar hasta 30 veces, incluso a las 3 de la mañana, para asegurar que las vacunas llegaran a tiempo.

Protesta multitudinaria

Pero la jovialidad que se palpa en las terrazas no logra aplacar las consecuencias a largo plazo que ha tenido la pésima gestión de la pandemia de su Gobierno. “Netanyahu se identifica con el éxito de la vacunación pero también con el daño sufrido por las personas desempleadas o aquellas que han tenido que cerrar sus negocios”, reconoce Eran Vigoda-Gadot de la Universidad de Haifa a EL PERIÓDICO. Más de 20.000 israelís se manifestaron el pasado sábado a las puertas de la residencia del mandatario.

La protesta más multitudinaria de los últimos meses insistió en la oposición a Netanyahu, implicado en casos de corrupción y responsable de la crisis económica. Pero el movimiento presente en las calles desde el pasado julio no ha sabido traducirse en una alternativa política. Aunque Bibi ha conseguido posponer su juicio al 5 de abril, la sociedad israelí no olvida que su líder está imputado en tres casos separados por soborno, abuso de confianza y fraude.

Muchos reconocen que la repetición de elecciones en Israel es una estrategia de Netanyahu para conseguir una mayoría que le permita cambiar la ley y evitar ser juzgado. “La tragedia que está causando se centra en su personalidad, sus esfuerzos por ampliar las divisiones y los odios en la sociedad israelí y el daño anticipado a nuestra democracia si logra detener su juicio penal”, escribe Amos Harel en Haaretz. "Es probable que recordemos [a Netanyahu] como la persona que nos liberó del Covid-19 y que al mismo tiempo causó un daño irreversible en el estado de derecho", concluye.

Líder camaleónico

En su intento por mantenerse en el poder, Netanyahu ha mostrado de nuevo la facilidad con la que muda de piel. Para atraer a los islamistas a su Gobierno, separados de la lista árabe, les ha prometido "vuelos directos de Tel Aviv a la Meca". El primer ministro se anotó varios tantos con el éxito diplomático de firmar los Acuerdos de Abraham. A su vez, estos pactos de normalización con varios países árabes son otro indicio del olvido regional al que está sometida la causa palestina.

Sus nuevos socios, los Emiratos Árabes Unidos, han criticado la instrumentalización que está haciendo Netanyahu de su primera visita al país. Después de cancelar el viaje repetidas veces, los emiratís denuncian el uso electoral de este primer encuentro entre líderes de ambos países. A su vez, Netanyahu sabe que goza de menor protección en el panorama internacional después de la marcha de Trump. Pese al histórico apoyo estadounidense al Estado hebreo, Biden no va a dar tantos cheques en blanco como sí hizo el "mejor amigo que ha tenido Israel en la Casa Blanca".

Por otro lado, el primer ministro sabe que la investigación de la Corte Penal Internacional por crímenes de guerra en los territorios palestinos podría tener consecuencias para el país. La preocupación aumenta ya que cientos de israelís podrían encontrarse en peligro de ser detenidos en el extranjero. Un Gobierno con o sin Bibi puede condicionar sus destinos. “Existe la posibilidad de que haya un Gobierno sin Netanyahu”, reconoce Vigoda-Gadot, “pero no es uno de los escenarios más probables”.