Ayer, con la maquinaria publicitaria a todo gas, Tom Ridge era espectador de lujo y protagonista del lanzamiento del programa US-VISIT en el aeropuerto de Atlanta. Las cámaras recogían a un joven encantado con que un agente le tomara primero la huella del índice izquierdo, luego la del derecho y luego una foto. Lo cierto es que el programa se había puesto en marcha antes y no todo el mundo se mostraba tan encantado.

El 1 de enero, en uno de los primeros vuelos en llegar en el 2004 desde España a Nueva York, viajaba Ana, una profesional de 35 años que trabaja con un visado temporal desde hace casi tres años y que se encontró por sorpresa con el programa US-VISIT. Superarlo le llevó casi un minuto y no entre los 10 y 15 segundos en que, aseguran, los ordenadores conseguirán pronto realizar el proceso.

Pero a esta mujer que lleva unos meses intentando que el departamento de Ridge le explique por qué en dos ocasiones le han destrozado las maletas para inspeccionarlas sin estar ella presente, someterse a la prueba biométrica le provocaba, ante todo, una duda. "¿No tienen aún suficientes datos?", inquirió a la agente de inmigración. "Cuantos más mejor", se limitó a contestar ella. Ana no quedó convencida y preguntó: "¿De verdad cree eso?" No hubo respuesta.