No hubo sorpresas de última hora, ni intervenciones o manipulaciones, tan frecuentes en el espacio postsoviético, que revertieran la aplastante victoria del humorista Volodymyr Zelenskiy prevista por los sondeos en las elecciones presidenciales de Ucrania. Según las encuestas a pie de urna difundidas tras el cierre de los colegios electorales, el carismático comediante se convertirá en el nuevo presidente del país al conseguir un porcentaje superior al 70% de los sufragios.

El jefe del Estado saliente, Petró Poroshenko, recabó alrededor de un cuarto de los sufragios emitidos, lo que constituye una derrota de colosales proporciones y una desaprobación en toda regla de la ciudadanía a su gestión, en particular la escasa voluntad mostrada a la hora de poner coto a la corrupción.

Nada más difundirse estos datos, el humorista declaró su triunfo en la sede de su campaña electoral, sita en un local de diseño junto al río Dnipro, donde había reinado durante todo el día un ambiente de indisimulada euforia. Sus primeras palabras se interpretaron como una reivindicación de la democracia y del poder del voto para cambiar jefes de Estado o gobiernos, circunstancia en la que precisamente Ucrania constituye una excepción en una región del mundo donde dominan las autocracias o las democracias no liberales, empezando por la vecina Rusia. «Puedo decir, como ciudadano ucraniano a todos los países del espacio postsoviético; ‘miradnos, ¡todo es posible!’».

Su contrincante, el presidente Poroshenko, aceptó raudo la derrota y felicitó al triunfador de la jornada. «Acepto esta decisión; abandono mis funciones pero quiero subrayar con firmeza; no abandono la política», declaró, en tono de advertencia.

A partir de ahora se abre un impasse en la vida política del país que solo se cerrará cuando se celebren en el país elecciones legislativas, en principio previstas para el otoño. Carente de base parlamentaria, Zelenskiy, como jefe del Estado electo, dispone de un margen de maniobra muy limitado, en un país con un sistema político semipresidencialista en el que el primer ministro, aunque es nombrado por el jefe del Estado, requiere del visto bueno parlamentario. Precisamente, el pasado 31 de marzo fue registrado de forma oficial en el Ministerio de Justicia el partido político Servidor del Pueblo, el titulo del programa televisivo que le ha encumbrado, con la evidente finalidad de proveer de respaldo en la Rada, el órgano legislativo local, al flamante presidente de Ucrania.

La jornada electoral se desarrolló plácidamente. La Comisión Electoral Central no constató irregularidades de importancia. Inna Ivanovna, economista de 45 años, se personó con su padre en el colegio electoral 221 del barrio de Solomensky, radicado en la sede del Ministerio de Ecología,, dispuesta a lanzarse a lo desconocido y a dar una oportunidad a Zelenskiy, al que considera representante de una «nueva generación de políticos». «En el 2014 voté por Poroshenko, pero me he arrepentido; no ha hecho nada y ya no nos vale; la democracia consiste en probar y si algo no funciona, cambiarlo», destacó. Pocos minutos después, se acercó, acompañado de su mujer y de uno de sus hijos, Serhiy, quien declina revelar su verdadero apellido. «Votamos por Zelenskiy; los presidentes deberían solo ocupar el poder durante un mandato y luego irse. No regresaremos a la situación previa a la revolución de Maidán; estamos en un país completamente diferente», afirmó.