Cuando se oyen los helicópteros en Nueva York uno sabe que algo pasa. Ayer al amanecer tronaron sus hélices y motores, primeros acordes en la banda sonora del inicio de uno de los juicios más esperados en la ciudad. Joaquín Archivaldo Guzmán Lorea, El Chapo, el mexicano acusado de haber estado al frente del cártel de Sinaloa durante al menos un cuarto de siglo, se sienta en el banquillo en un tribunal federal de Brooklyn. El narco afronta 11 cargos que van desde el tráfico de drogas y la conspiración para asesinar a rivales hasta el lavado de dinero y delitos de armas. Y todo es superlativo en el proceso de un hombre al que la fiscalía identifica como «el mayor criminal del siglo XXI».

El juez Brian Cogan, encargado del caso, trabaja en un tribunal en el downtown de Brooklyn convertido en una auténtica fortaleza donde se han instalado equipos extraordinarios de seguridad y se despliegan policías fuertemente armados, detectores de metales y unidades caninas de detección de explosivos. Conforme empezó ayer la fase final de selección del jurado, que compondrán 12 individuos y seis suplentes, el magistrado ha reforzado las precauciones para protegerles con medidas que en Nueva York suelen reservarse para casos de terrorismo o contra la Mafia.

El público tiene el acceso prohibido a la sala en esta parte del proceso en la que solo se ha permitido la presencia de cinco periodistas. Los nombres de todos los potenciales jurados se mantendrán en secreto. Y los que acaben siendo seleccionados serán escoltados por agentes federales.

Son solo algunos de los componentes de seguridad en un caso en el que las autoridades de Estados Unidos están haciendo todo lo posible para evitarse el sonrojo y las sospechas que ensombrecieron a sus homólogos en México, donde Guzmán logró dos sonadas fugas. Desde que El Chapo fue extraditado a EEUU en enero del año pasado, por ejemplo, se le ha mantenido en régimen de aislamiento en una celda en una instalación de máxima seguridad en Manhattan.

Desde allí, ayer fue trasladado en las fases previas del juicio al tribunal en una operación de película, con el icónico puente de Brooklyn cortado dos veces al día mientras lo recorre un convoy del que forman parte equipos de unidades especiales, una ambulancia y los helicópteros. Y consciente del caos para la ciudad que supondría mantener esa operación a lo largo de un proceso que se calcula que puede prolongarse entre dos y cuatro meses, el juez Cogan ha dicho que estudia otros arreglos. Se especula con que ubique a El Chapo en una celda de extrema seguridad especialmente construida en el tribunal de Brooklyn y solo se le transporte a la de Manhattan el fin de semana.

Nada parece demasiado para asegurar a un preso al que EEUU acusa de haber metido en el país más de 200 toneladas de droga y de haber dirigido una empresa criminal que le reportó la fortuna de 14.000 millones de dólares que le hizo entrar en la lista de los más ricos de Forbes. Y todo es poco para mantener aislado a El Chapo, que fue por primera vez arrestado en Guatemala en 1993 y deportado a México pero, también según los cargos, siguió dirigiendo el cartel desde la cárcel, de donde escapó en el 2001. Aunque fue capturado otra vez en el 2014, al año siguiente protagonizó otra sonada fuga desde la prisión del Altiplano por un túnel de más de kilómetro y medio.

La fiscalía pretende presentar esa historia con cientos de miles de fotografías, grabaciones y documentos recopilados para un caso donde al menos cuenta con 16 testigos dispuestos a cooperar y donde el juez Cogan les ha puesto sobre aviso de que no se extiendan en los detalles más truculentos de las 33 muertes que asocian a El Chapo, que de ser declarado culpable se enfrentará a cadena perpetua. «Este es un caso de conspiración de drogas en el que hay asesinatos», les dijo en una de la vistas previas. «No voy a dejar que lo juzguen como un caso de conspiración de asesinato en el que hay drogas», afirmó.