Se esperaba que ayer fuese un día histórico para los Balcanes. El día en que, después de 28 años, la Antigua República Yugoslava de Macedonia dejaría de tener un nombre provisional para tener uno definitivo: Macedonia del Norte. Estaba previsto que el Parlamento griego ratificase el texto, el último paso de dos años arduos de negociaciones y defensa acérrima de lo que es visto, tanto por nacionalistas macedonios como griegos, como una ofensa nacional y una traición a la patria. Pero, al final, para facilitar la votación, esta tendrá lugar hoy.

Para el primer ministro griego, Alexis Tsipras, no ha sido fácil conseguirlo. El acuerdo con Macedonia -del Norte- le ha costado la ruptura de su coalición y una moción de confianza, la semana pasada, que superó por los pelos.

La ratificación también será aprobada rozando el larguero: con 153 votos de los 300 que tiene la Cámara Baja griega (145 de Syriza, tres de To Potami, partido liberal de centro-izquierda, dos de ANEL, el antiguo socio de gobierno de Tsipras, y tres diputados independientes).

El debate parlamentario previo a la votación, que duró hasta altas horas de la madrugada, fue duro al extremo. Las referencias a la Historia con mayúsculas, la patria griega y la responsabilidad nacional han sido constantes. La batalla dialéctica fue sucia y muchos diputados apelaron a valores inmutables y a naciones antiguas para defender sus posiciones e insultar a las de sus rivales.

Y el gran vencedor, quien ha aprovechado al máximo estos momentos, es el principal partido de la oposición, el conservador Nueva Democracia. Según los sondeos, su líder, Kyriakos Mitsotakis, en las siguientes elecciones, programadas para octubre, ganará de paliza a Tsipras; por más del doble.

Fuera del Parlamento, el ambiente no estaba más tranquilo. Varios grupos ultranacionalistas griegos habían convocado una manifestación en contra del acuerdo y de Tsipras. Los manifestantes clamaron, como viene siendo costumbre, que «Macedonia es griega».

LA OPINIÓN MAYORITARIA

Según los sondeos, la mayoría de los griegos están de acuerdo. El 70% de los griegos están terminantemente en contra del pacto. «Los griegos tienen una idea de que alguien, desde fuera, les viene para quitarles su identidad nacional y, además, son muy dados a las teorías de la conspiración», dice la analista griega Sofia-Maria Satanakis». Es difícil de entender desde fuera. Grecia está en una zona geográfica complicada. Tiene problemas con todos los vecinos, lo que hace florecer al nacionalismo y el recelo al otro». En Grecia, los que están en contra del acuerdo, han esgrimido, por lo general, dos argumentos: que de Macedonia, acorde con la Historia en mayúsculas, solo hay una y está en Grecia y que de aceptar que el vecino de Macedonia tenga esa palabra en su nombre, ese país, en un futuro, querrá invadir la región de Macedonia griega, capital Salónica.

Un argumento ridículo para muchos analistas. «La parte débil en esto es Macedonia. Es imposible pensar en que intentarán invadir militarmente la Macedonia griega. No tiene sentido. Lo único que quiere el país de Macedonia es poder tener acceso a la familia europea; como Grecia. Nada más», dice Satanakis.