Se prometían decisiones rápidas, pero una vez más la Administración estadounidense ha preferido ganar tiempo antes de dar un paso en falso. El presidente Barack Obama ha afirmado este viernes que Washington solo intervendrá militarmente en Irak si obtiene unas mínimas garantías por parte del Gobierno del chií Nuri Al Maliki de que está dispuesto a trabajar con todas las fuerzas políticas y confesiones del país. Es decir, que va a dejar de comportarse con el sectarismo que ha marcado sus ocho años en el poder.

Obama ha asegurado que la toma de varias capitales iraquís a manos de las milicias yihadistas "podría amenazar eventualmente los intereses de EEUU" y ha sugerido que está dispuesto a emprender "acciones militares selectivas". Pero no será de forma inmediata. "Va a tomar unos cuantos días", ha dicho desde los jardines de la Casa Blanca.

Frustración

Obama ha expresado su frustración con las políticas del Gobierno iraquí y las deserciones masivas en el seno de sus fuerzas de seguridad, formadas en su día por EE UU y todavía financiadas desde Washington. "EEUU simplemente no va a involucrarse en una acción militar a menos que exista un plan político iraquí que nos dé alguna garantía de que están dispuestos a trabajar juntos", ha afirmado al final de su comparecencia. El presidente ha señalado que hacia finales del fin de semana su Administración tendrá algo más claro el tipo de medidas adoptadas por Al Maliki para lograr la unidad política necesaria para frenar la desbandada de las fuerzas de seguridad.

"Nadie debería anticipar una decisión de la noche a la mañana", afirmó. "Queremos asegurarnos de que tenemos clara cuál es allí la situación, de que hemos recabado la inteligencia necesaria para que yo pueda ordenar una acción". Obama precisó que en ningún caso comportará el reenvío de tropas terrestres a Iraq, pero no ocultó los riesgos que el avance yihadista acarrea para EEUU y toda la región."Esto presenta un peligro para Iraq y sus gentes, y dada la naturaleza de estos terroristas, también podría suponer eventualmente una amenaza para nuestros intereses".

Solo un día antes, su vicepresidente, Joe Biden había asegurado que "dada la gravedad de la situación, anticiparía decisiones rápidas por parte del presidente". Biden fue uno de los dirigentes que en su día quiso armar a los rebeldes sirios, pero su opinión acabó desautorizada por Obama.