Olivier Faure, el diputado de 49 años que preside el grupo parlamentario Nueva Izquierda en la Asamblea Nacional, será el próximo líder del Partido Socialista francés (PS), una formación prácticamente barrida del paisaje político tras el tsunami provocado por la victoria de Emmanuel Macron en las presidenciales del 2017.

Faure logró este viernes el 48,5% de los votos de las bases en la primera vuelta de las elecciones internas para elegir al primer secretario del partido -cargo vacante desde la dimisión de Jean Christophe Cambadélis a raíz de la debacle en las legislativas de junio-, que será investido oficialmente en el Congreso que los socialistas celebrarán en Aubervilliers, cerca de París, los próximos 7 y 8 de abril.

Aspiraban al puesto otros tres candidatos: el exministro de Agricultura de François Hollande Stéphane Le Foll, el antiguo colaborador del ex primer ministro Manuel Valls Luc Carvounas, y el representante del ala izquierda del partido, Emmanuel Maurel, pero el resultado obtenido por Faure llevó a Le Foll, segundo mejor clasificado con un 25% de los votos, a retirarse de la segunda vuelta, que tendrá lugar el 29 de marzo. El camino de Faure hacia el liderazgo del PS está pues despejado.

Hombre de síntesis

Faure es prácticamente un desconocido para la mayoría de los franceses. Militante del PS desde los 16 años, creció en Orléans, estudió Derecho en la Sorbona y en esa época compartió piso en París con Benoît Hamon, el candidato que llevó al partido al peor resultado de su historia en unas elecciones presidenciales (6,36%).

Como muchos socialistas de su generación, dio sus primeros pasos en política de la mano de Michel Rocard. En 1997 se integró en el gabinete de Martine Aubry cuando la actual alcaldesa de Lille era ministra de Trabajo y en el 2012, durante el mandato de François Hollande, fue consejero del entonces primer ministro Jean Marc Ayrault.

En el partido se le percibe como un hombre de consenso próximo a la estrategia de Hollande de buscar la “síntesis” entre las corrientes liberal e izquierdista que han desangrado a la formación en sucesivas guerras intestinas. Faure partía como favorito para hacerse con las riendas del PS y durante la campaña hizo bandera de la renovación con la promesa de cambiarlo “de los pies a la cabeza”.

“Quiero confiar en nuevos talentos, nuevas caras, construir nuevas ideas con los ciudadanos y los movimientos sociales en todas las ciudades y pueblos de Francia”, fueron sus primeras declaraciones al conocer la victoria.

Un partido en ruinas

Su reto será enorme. El Partido Socialista francés ha logrado el triste récord de perderlo todo en los cinco años que duró el mandato de Hollande: el Elíseo, la Asamblea Nacional, el Senado, la práctica totalidad de las regiones, la mayoría de los departamentos y las grandes ciudades.

Un partido en ruinas en un contexto europeo marcado por el declive de la socialdemocracia, donde el espacio político para el socialismo francés, entre la izquierda alternativa de Jean-Luc Melénchon y el liberalismo de Emmanuel Macron, es exiguo.

Faure se ha marcado como objetivo construir una coalición progresista de izquierdas con la vista puesta en las elecciones al Parlamento Europeo del 2019, el primer gran test que indicará si el PS es capaz de sobrevivir. Tendrá que hacerlo al frente de una formación en los huesos, desangrada por la hemorragia de militantes, laminada electoralmente y sin recursos financieros, obligada a vender por 45 millones de euros su histórica sede de la calle de Solférino.