El eco de las dos balas que mataron al enviado de Antena 3 Ricardo Ortega parecía resonar aún ayer en la capital de Haití. La sangre del periodista y de las otras víctimas del tiroteo seguía manchando la calle. Pero, ¿cómo ocurrió todo?

La gran manifestación para celebrar una semana sin el presidente Jean-Bertrand Aristide había llegado ya al Campo de Marte, en el centro de Puerto Príncipe, cuando empezó el tiroteo. Un grupo de ocho periodistas trató de acercarse al lugar donde sonaban los disparos y se encontró en medio de un fuego cruzado. Cuando se pegaron a la pared, se dieron cuenta de que los francotiradores iban a por ellos.

ESCONDITE Los ocho enviados especiales, entre ellos varios fotógrafos estadounidenses, empujaron la puerta más próxima y se metieron en una casa. Algunos se escondieron en los armarios y bajo las camas, convencidos de que los chimeres , partidarios del expresidente, iban a entrar a buscarlos. Un fotógrafo norteamericano llamó por el móvil a los marines y éstos, a su embajador. "No os mováis de ahí. Voy a enviar a un grupo de marines a rescataros", les contestó el diplomático.

La espera, de una hora, resultó interminable. De repente, el fuego pareció cesar y oyeron un revuelo. Ortega creyó que eran los marines y se aventuró a salir a la calle. Uno de los francotiradores había estado apuntando a la puerta esperándolos y al verle, disparó los dos tiros mortales.

SALIDA PREVISTA Ricardo Ortega había pensado salir hoy de Haití. "Tengo ganas de salir ya de este infierno", le había dicho dos días antes a otro colega. Ayer, apenas quedaban periodistas en Puerto Príncipe. En el incidente del pasado domingo murieron seis personas, una de ellas por los disparos de los marines norteamericanos, según anunció ayer el responsable de la fuerza internacional de seguridad en Haití, el coronel estadounidense Mark Gurganus. Entre la veintena de heridos se encuentra el fotógrafo norteamericano Michel Laughlin, que trabajaba para un periódico de Florida.

A la puerta del Hospital Canapé Vert, donde se asistía a las víctimas del tiroteo, el líder rebelde Guy Philippe dijo que lo que tenga que hacer ahora, lo comunicará oportunamente. Presionado, al parecer, por EEUU y Francia, Philippe había aceptado retirarse de la escena política y había ordenado el desarme de sus seguidores. La incertidumbre de que Philippe retome las armas es otro de los malos augurios que dejó la jornada del domingo, en un país en que las instituciones son inexistentes.

Desde su exilio en Bangui, Aristide llamó "a la resistencia pacífica para restaurar el orden constitucional", en su primera aparición pública desde su llegada al país africano el pasado día 1.

PRESIONES POLITICAS "No seas tan incisivo en eso de que no hay pruebas para lanzar la guerra". Ricardo Ortega escuchó esta frase más de una vez durante los meses previos a la invasión de Irak, cuando informaba desde Nueva York sobre las intenciones bélicas de George Bush. Según Carlos Hernández, extrabajador de A-3 y jefe de política de la revista La Clave , los directivos de la cadena presionaban a Ortega para que sus crónicas no fueran tan críticas.

El pasado julio, Gloria Lomana, recién nombrada jefa de Informativos, lo destituyó y le ordenó volver a Madrid sin darle un nuevo destino. "Tanto Ortega como sus amigos sabíamos los motivos. Me molesta que ahora esas personas que le quitaron la corresponsalía intenten colgarse medallas", afirma Hernández. Lomana aseguró que el periodista no estaba "en situación irregular". Ortega pidió en diciembre una licencia especial de seis meses y se fue a Haití "por su cuenta y riesgo", según Hernández. Una vez allí, el pasado día 28, ofreció sus crónicas a la cadena, que le volvió a dar de alta.