"La jama". Así llaman en las calles de Cuba a la comida, cuya escasez en abundancia provoca un fuerte enojo social. El VIII Congreso del Partido Comunista (PCC) ha vuelto a tomar nota de las dificultades, en medio de repetidas autocríticas y ejercicios de autoflagelación. Se habló otra vez de "burocracia" y "falta de espíritu colectivo". El Primer Ministro, Manuel Marrero, llegó a decir que el tema alimentario es algo más que una "prioridad": se trata de "una cuestión de seguridad nacional". Sin embargo, la posibilidad de solucionar esos problemas estructurales ha quedado fuertemente condicionada por Raúl Castro en su despedida como secretario general. El PCC elegía este domingo a los dirigentes que acompañarán a Miguel Díaz-Canel, el sucesor del casi nonagenario general, en la tarea, para algunos casi imposible, que cargará sobre sus espaldas: el actual presidente y futuro líder del PCC debe ofrecer respuestas a la aguda crisis y, a la vez, preservar la matriz del modelo político y económico forjado durante los últimos 62 años.

Durante el último día de debates, el PPC dijo haber evaluado con "objetividad, justicia, claridad y sentido crítico" el informe que leyó en voz alta Castro. Su documento dominical defendió la existencia de un partido único llamado a promover un "permanente intercambio, sincero y profundo de opiniones no siempre coincidente". De un modo oblicuo, como suele suceder, el PCC reconoció que en su seno existen criterios divergentes sobre el modo de superar los enormes desafíos. El PIB cubano cayó 11 puntos en 2020 y este año, por el efecto de la pandemia y las sanciones de Washington, crecerá un 6%, según las optimistas previsiones oficiales. La unificación monetaria de principios de 2021 ha profundizado la desigualdad social: un meridiano parte en dos a la población entre los que pueden recibir dólares del exterior y quienes quedan afuera del beneficio de las remesas familiares.

La hoja de ruta

Más allá de cómo quedará conformada la primera línea partidaria, el Comité Central y el Buró Político, que se anunciará este lunes, los analistas están más pendientes en descifrar de qué manera se pondrá en práctica la hoja de ruta que lleva el alambicado nombre de "actualización de la conceptualización del modelo económico y social cubano". Antes de que comenzara el VIII Congreso, el Gobierno amplió la gama de trabajos por cuenta propia. Ya son 2000 las actividades autorizadas. Raúl Castro pidió, en adelante, "no gastar más de lo que somos capaces de generar como ingresos".

Entre los deseos y la realidad se abre un abismo. La producción ganadera y lechera ha caído y Cuba, a estas alturas, no tiene dinero para importar los alimentos que necesita. En las vísperas de la reunión partidaria, se conocieron medidas para "estimular la producción agropecuaria". Los campesinos podrán vender por su cuenta esos productos solo si cumplen antes sus cuotas con el Estado. Varios economistas, no necesariamente opositores, creen que todo seguirá con las góndolas semivacías.

El PCC señaló no obstante este domingo que el sistema empresarial estatal tiene que demostrar que "es y será la forma de gestión dominante en la economía". Lo cierto es que pocas horas antes de iniciar las deliberaciones, Marrero y Díaz expresaron el compromiso de promover "Formas de Gestión No Estatal (FGNE)". Eso podría abrir la puerta a la pequeña y mediana empresa que tanto ha denigrado Raúl, entre otras razones porque temía que el fortalecimiento de un sector capitalista termine por reclamar una representación política.

Entre tantos enigmas se cuelan algunas novedades sutiles. Un hecho que ha llamado la atención durante las discusiones es la ausencia de las alusiones al "marxismo leninismo" que eran hegemónicas en Congresos anteriores como actos de catecismo.