Desde hace varios años, la salud de Arafat ha sido motivo de especulaciones e informaciones de todo tipo, repetidas con mayor o menor frecuencia. La rumorología se desató en 1997 cuando, ante la evidencia de que el líder palestino daba muestras de dificultades en la expresión y temblores de la mano y del mentón, varios médicos afirmaron que padecía la enfermedad de Parkinson. Sus asesores lo desmintieron y atribuyeron los síntomas al exceso de trabajo y a la depresión provocada por el fracaso del proceso de paz.

El año pasado, las patologías de Arafat se multiplicaron. En septiembre del 2003, una "misteriosa enfermedad", nunca esclarecida, obligó a Ashraf al Kurdi, el médico jordano que le trata desde la década de los 80, a viajar a Ramala. Las informaciones oficiales aludieron a una "gripe grave" y a una "afección estomacal".

El 8 de octubre del 2003, el diario británico The Guardian informó de que Arafat había sufrido un ataque cardiaco benigno. De nuevo, el entorno de Arafat lo desmintió y dijo que el dirigente había padecido sólo una gripe intestinal aguda. En noviembre del 2003, el semanario Time afirmó que Arafat sufría un cáncer de estómago, pero los análisis médicos practicados revelaron que estaba aquejado de un cálculo biliar.