Para empezar a enterrar a todos los muertos de Beslán ha habido que roturar todo un campo, al lado del cementerio. Desde hace dos días, un ejército de excavadores cava las fosas, en las que a mediodía los habitantes de Beslán acuden a enterrar a sus hijos, padres y abuelos, muertos en la toma de rehenes en la escuela número uno.

Más de 150 víctimas fueron enterradas ayer, trasladadas hasta el cementerio en camionetas de reparto, también en camiones, a falta de coches fúnebres suficientes. Pero éste no es más que el principio de los funerales: menos de la mitad de los muertos de Beslán han sido enterrados hasta ahora y un centenar de cuerpos en las morgues de la región no habían sido identificados todavía ayer.

Indiferentes a la lluvia

Hay tanta gente en este campo de lodo, transformado en cementerio improvisado, que a menudo los cortejos fúnebres se confunden, o se mezclan entre ellos. A los padres sólo les falta caerse en las fosas abiertas. Los zapatos de las mujeres se hunden en el barro. Aturdidas por los tranquilizantes, madres y hermanas apenas avanzan sostenidas de los brazos por sus parientes. Una lluvia glacial se abate sobre estos familiares que se abren camino en el barro, pero la multitud, concentrada en su dolor, parece no darse cuenta.

"Mirad, muchos féretros llegan ya cerrados al cementerio", suspira Nella, madre de dos hijas que por suerte llegaron tarde a la escuela el 1 de septiembre, día de la toma de rehenes. "Nuestra tradición dice que los muertos deben ser llevados en el féretro abierto hasta la fosa, pero algunos cuerpos están tan desfigurados que los padres no han querido exponerlos a las miradas". En nombre de esta tradición, muchos féretros, sin embargo, permanecen abiertos, mostrando niños con las caras hinchadas, las frentes azules o rojas a consecuencia de una muerte atroz, desfiguradas por las balas.

Ausencia de Putin

En el otro extremo del campo, el presidente de la República de Osetia del Norte, Alexandre Dzassokhov, que no ha osado a mostrarse demasiado en público desde el pasado viernes, ha reaparecido, al lado de una representación de dirigentes rusos. El presidente ruso, Vladimir Putin, no ha venido y ha despachado en su lugar al jefe de su Administración, al presidente del Parlamento ruso, al alcalde de Moscú y al gobernador de San Petersburgo.

"Debemos encontrar a todos los terroristas, a todos los sádicos que han hecho cosas similares", afirma Dzassokhov. Y pide: "En estas horas difíciles, no debemos dividirnos. Llamamos a la unidad para combatir el mal".

Las responsabilidades

Viktor, un obrero de unos 50 años de edad que asiste a los funerales de familiares, da ostensiblemente la espalda a estos discursos oficiales. "Son ellos los bandidos. Los responsables son ellos. Si hubieran venido antes, si hubieran enviado a tiempo al jefe de la policía de Rusia, si hubieran hecho en definitiva todo lo que había que hacer, todo esto no hubiera ocurrido", comenta.

Ruslan, un abuelo que desde hace dos días va de funeral en funeral, manifiesta otra contradicción: "Por televisión dijeron que había 10 árabes y un negro entre los terroristas. Pero que me explique alguien cómo han podido llegar hasta Beslán estos 10 terroristas árabes y un negro sin ser controlados. La presencia de esta gente aquí no pasa desapercibida. Un acto terrorista así no es posible sin la complicidad de las autoridades", remarca.

Desde el viernes, la pequeña ciudad de Beslán, de 40.000 habitantes, está de luto indefinido. No hay una calle en toda la localidad, una familia, que no tenga a un muerto entre sus parientes o amigos, y toda la población, que durante el secuestro estaba en la calle, rota por la angustia a la espera de un desenlace, de rumor en rumor, va ahora de funeral en funeral.

Los hogares de los difuntos

La costumbre es que los allegados del difunto se reúnan en su casa y en toda la ciudad se ven grupos de hombres y mujeres de luto, reunidos para "compartir la desgracia". Los hombres son los encargados de cocinar guisados de carne que hacen hervir en grandes hogueras cerca de las casas de los muertos.

"Ahora es tiempo de duelo, debemos enterrar a nuestros muertos", explica uno de estos hombres que van de funeral en funeral. "Pero luego nos tendrán que dar explicaciones. Pediremos cuentas a nuestro Gobierno. Nos ocuparemos de ellos", asegura.

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