"Tres, cinco, cuatro, siete". El policía palestino, vestido con un sucio uniforme verde oliva y calzado con unas sandalias, recita en hebreo el número de los pasaportes de los extranjeros que quieren llegar hasta la ciudad de Gaza. Los números es lo único que el policía sabe de hebreo. Al otro lado del móvil, un oficial druso del Ejército israelí da las órdenes en árabe, que ayer, durante más de 11 horas, fueron: "La carretera está cerrada". La zona de seguridad que el Ejército israelí está creando en la franja de Gaza para evitar el lanzamiento de cohetes caseros Qasam contra Israel no es fácil de penetrar.

Periodistas, organizaciones humanitarias y diplomáticos viven como un vía crucis la entrada a Gaza mientras los militares llevan a cabo la operación Días de Penitencia en la franja mediterránea. Con los siete muertos de ayer, la ofensiva ya se ha cobrado la vida de 77 palestinos, el 41% de los cuales eran civiles y 19, menores de 17 años, según la ONG de derechos humanos israelí B´Tselem. La última menor asesinada fue una niña de 13 años que murió acribillada ayer en Rafah, cuando los soldados creyeron que la bolsa que cargaba llevaba explosivos. Fuentes sanitarias palestinas informaron de que en el cuerpo de la niña --vestida con uniforme escolar, según testigos-- había 20 impactos de bala.

El Ejército israelí no hizo ningún comentario al respecto. En cambio, informó rápidamente de la "liquidación" de Bashir Dabesh, jefe del brazo armado de la Yihad Islámica en la franja de Gaza y uno de los hombres más buscados por Israel. Ayer por la tarde, helicópteros Apache lanzaron al menos dos misiles contra el vehículo en el que se desplazaba Dabesh con otra persona, que murió luego en el hospital.

Un gran sarcasmo

Disparar sin preguntar es el resumen del crudo escenario bélico de la mayor operación militar en Gaza en estos cuatro años de Intifada. De ahí que el Ejército exija coordinación a los extranjeros --pasaportes, nombres, matrícula del vehículo palestino y nombre de su chófer-- para usar el "corredor humanitario" que rodea el campo de refugiados de Yabalia desde el puesto fronterizo de Erez hasta Gaza. Veinte minutos en línea recta en condiciones normales que se convierten en un rodeo de más de una hora a añadir a las 11 de espera en ambos lados de la frontera.

Y es que lo del corredor humanitario suena a sarcasmo en la UNRWA, la agencia de la ONU para los refugiados palestinos, cuyo máximo responsable, Peter Hansen, necesita más de una hora de conversación telefónica al más alto nivel para que no le peguen un tiro a su coche. Suena a broma pesada a las ONG, cuyo personal no puede trabajar ni en el norte ni en el sur de la franja. Suena a drama a una población, la del campo de Yabalia, que ya lleva una semana de asedio militar. Y suena a chiste malo a cualquier observador que haya visto a un palmo de sus narices la bocacha del fusil metiéndose por la ventanilla de su coche mientras junto a él rugen varios tanques.