El día anterior a la caída del presidente Jean-Bertrand Aristide, hace diez días, Ricardo Ortega tuvo su última comida con el resto de enviados españoles al conflicto haitiano. Había llegado con su pequeña cámara, dispuesto como siempre a meterse donde fuera y a grabarse a sí mismo como si detrás de él hubiera todo un equipo. "Vamos a ver qué puedo hacer", comentó en la mesa, sobre una ciudad soleada y, aquel día, tranquila.

Cámara pequeña y cabeza grande, Ricardo trabajó todos estos días solo. Seguíamos sus andanzas a través de los técnicos de la compañía de transmisión televisiva EDU que, mientras estuvieron en Haití, le ayudaron, no sólo a enviar, sino también a grabarse. Después, volvió a grabarse él mismo.

Su situación en Antena 3 TV, que le había despedido poco antes de la regulación de empleo de la cadena, era tan precaria como su equipo. Pero no su experiencia. Era un informador curtido en numerosos conflictos armados, como los de Chechenia, Afganistán, Sarajevo o la reciente guerra de Irak.

Natural de Denia (Alicante) y de 37 años, se había ido muy joven a estudiar Físicas a Moscú, donde aprendió ruso y empezó a colaborar con emisoras españolas. Hizo de traductor en la agencia Efe y colaboraciones para Antena 3 Radio.

El salto a la pantalla

En 1994, Antena 3 TV lo fichó y Ricardo se hizo popular al cubrir la guerra de Chechenia desde la primera línea del frente. Ante su interés por pasar al "otro lado de la moneda", la cadena lo envió a Nueva York, donde estuvo tres años, en los que simultaneó su trabajo en la delegación con coberturas especiales en Afganistán o Irak.