El mal funcionamiento de una bomba casera ha evitado el viernes una nueva atrocidad terrorista en Londres. A las 8.20 de la mañana el largo y único vagón sin compartimentos del metro en la Distric Line estaba lleno a rebosar. Era hora punta en la línea verde que une el Este y el Oeste de la capital. Fue en ese momento, en la estación de Parsons Green, al suroeste de la capital, cuando se oyó una explosión y tras una pausa, según los testigos, una ‘bola de fuego’ alcanzó a algunos de ellos. El Servicio nacional de Salud (NHS) contabilizó 22 heridos atendidos en cuatro hospitales de la capital, ninguno de ellos de gravedad. La mayoría sufrió quemaduras y el resto magulladuras y contusiones al tratar de escapar entre el pánico. A media tarde ocho de ellos habían sido dados de alta. Se trata del quinto atentado que sufre el Reino Unido en lo que va de año. El único que se ha cobrado víctimas mortales. Los otros cuatro acabaron con la vida de 36 personas.

A lo largo de la jornada cientos de agentes concentraron sus esfuerzos localizar a quien había dejado en el vagón el “artefacto explosivo improvisado”, según lo describió el jefe de la unidad antiterrorista de la Policía Metropolitana, Mark Rowley. Escondida en la bolsa de supermercado, la bomba casera bastante primitiva estaba dentro de un cubo blanco de plástico del que salían cables y llamas tras el estallido. El dispositivo llevaba adosado, según los medios británicos, un mecanismo de relojería, algo que resulta poco habitual. El detonador estalló pero, según los expertos que han visto las fotos del artefacto, no ocurrió lo mismo con la bomba, la carga principal, que aparentemente no llegó a hacerlo. Esa no era la intención sin duda del autor del “cobarde ataque”, que pretendía “causar daños importantes”, según declaró la primera ministra Theresa May. Tras presidir una reunión con el Comité Nacional de Seguridad Cobra, May anunció que el nivel de alerta terrorista en el país se mantenía en el nivel de severo, -el segundo más alto en la escala- pero podría ser revisado en cualquier momento.

Los primeros servicios de socorro llegaron al lugar del incidente en apenas tres minutos, cuando la noticia y las primeras fotos se difundían ya en las redes sociales. Una docena de ambulancias, medio centenar de bomberos y agentes de la lucha antiterrorista fuertemente armados, junto a otros policías tomaron control de la situación. Los agentes acordonaron la zona en un radio de 50 metros por temor a nuevas explosiones, que no se produjeron. Scotland Yard reforzó el número de agentes en la red de transportes londinense, pero la impresión de las fuerzas de seguridad es que no se trató de un ataque coordinado, con la posibilidad inmediata de otros incidentes, o una campaña de bombas. Las primeras indagaciones se inclinaban más bien por un incidente aislado. Las fuerzas antiterroristas que trabajan junto al Servicio de Inteligencia Interior (MI5) estaban revisando las filmaciones de las cámaras de seguridad, especialmente las de las cinco paradas que separan el final de la línea en Wimbledon y Parsons Green. De esa forma esperaban dar con el autor del ataque y saber en que momento depositó la bolsa. La policía pidió la colaboración ciudadana para recabar información, fotos o videos que puedan ser de ayuda. Su prioridad es, además de identificar al autor, saber si tiene cómplices y si hay más ataques en preparación.

Las autoridades pidieron calma a la gente, pero también que estén alerta. El relato de los testigos del incidente hablan de momentos de pánico tras la explosión. Emma Stevie de 27 años que se hallaba en el tren se vio en medio de “una estampida humana”, aplastada en las escaleras por los que trataban de salir. “Me acurruqué junto a la barandilla. Me puse en posición fetal”, declaró a la BBC. “había una mujer embarazada debajo de mí e intenté con todas mis fuerzas no aplastarla. Vi a un pobre niño con la cabeza abierta y con otras heridas. Fue horrible”. Había también otros menores en el metro que iban camino de la escuela.

Los ciudadanos peligran con los recortes

Sadiq Khan, lo viene repitiendo. La ciudad necesita recursos económicos para poder defenderse del terrorismo. Ayer volvió a insistir. Advirtió que simplemente no es posible mantener a la gente segura, si el gobierno sigue recortando los presupuestos de la policía. Theresa May se hizo de nuevo la sorda. “Protegemos los presupuestos de la policía y también protegemos las actividades de la lucha antiterrorista. Nos hemos asegurado de incrementar el número de policía armada”. Tampoco faltó el ‘tuit’ indignante de Donald Trump nada más saber del atentado perpetrado por “terroristas perdedores y “personas enfermas y dementes, que estaban en la mira de Scotland Yard”. “Debemos ser proactivos”, añadió. “No creo que especular sobre la investigación en curso ayude a alguien”, respondió May.