Lo mínimo que se puede decir del muy conservador Silvio Berlusconi, popularmente conocido como Il Cavaliere , es que es un político singular. Sus frecuentes y pintorescas salidas de tono han desatado en más de una ocasión tormentas políticas en Europa, como ocurrió en julio del 2003 cuando, ejerciendo la presidencia de turno de la UE, comparó al eurodiputado socialista alemán Martin Schulz con un kapo de un campo de concentración nazi.

Nacido en 1936 en el seno de una familia de clase baja de Milán, Berlusconi se licenció en Derecho pero muy pronto se lanzó al mundo de los negocios. Con el tiempo, acabó construyendo un imperio económico que abarca, entre otras, empresas en el sector alimentario, el de seguros y en la construcción, además de periódicos, cadenas de radio y TV, un grupo editorial e incluso el club de fútbol AC Milan.

Sus partidarios aseguran que el éxito empresarial de Berlusconi demuestra sus grandes dotes que garantizan su solidez en el terreno de la política, un terreno en el que no entró directamente hasta 1993, cuando fundó Forza Italia. Pero fueron también sus negocios privados los que le llevaron a un pulso con la justicia del que, ayer, salió vencedor.

En 1994 accedió por primera vez a la jefatura del Gobierno italiano, al frente de una coalición que apenas duró siete meses. Pero en el 2001 volvió a tomar las riendas del país con los mismos aliados (la ultraderechista Alianza Nacional y la Liga del Norte).