La visita oficial de Donald Trump al Reino Unido está siendo todo lo turbulenta que cabía esperar. El ceremonial, la pompa, la música y sonrisas con que la monarquía británica dispensó ayer al presidente americano durante la primera jornada de su visita oficial no lograron eclipsar la tensión que rodea el viaje. Los insultos de Trump al alcalde de Londres, sus valoraciones sobre los aspirantes a suceder a Theresa May, las amenazas a la sanidad pública británica y a la agricultura, en un futuro acuerdo comercial con Estados Unidos, le convierten en un invitado impredecible, dispuesto a saltarse cualquier norma básica con sus anfitriones.

La primera jornada concluyó anoche con el banquete de gala en el palacio de Buckingham. A la hora de los brindis, los discursos fueron protocolarios y breves. La reina habló de los «nuevos desafíos» a que se enfrentan las dos naciones en el siglo XXI y elogió «los fuertes vínculos culturales y el patrimonio compartido», al igual que los lazos económicos entre el Reino Unido y EEUU. Trump, por su parte, afirmó que la reina «representa el espíritu de la dignidad, el deber y el patriotismo».

SIN HABITACIÓN EN PALACIO

Trump pernoctó en Winfield House, la residencia del embajador, cerca de Regent’s Park, en el centro de Londres. El Washington Post subrayaba el hecho de que no hubiera podido alojarse, como es la norma, en el palacio de Buckingham. La versión oficial es que el edificio está siendo renovado, pero el Post recordaba que el palacio posee 775 habitaciones, incluidas 52 para la realeza y sus invitados.

La visita había comenzado con la pareja presidencial siendo recibida por la reina, junto al príncipe Carlos y su esposa, Camila, mientras se escuchaban las salvas de honor y los himnos nacionales. Al almuerzo privado en palacio asistieron familiares que viajan con Trump, incluidos sus hijos, Ivanka, Eric, Donald Jr y Tiffany, así como el secretario de Estado, Mike Pompeo, y el consejero nacional de Seguridad, John Bolton. «La reina y la familia real han sido fantásticos. La relación con el Reino Unido es muy fuerte. Grandes acuerdos comerciales en el futuro, una vez que el Reino Unido se libre de los grilletes», señaló el presidente Trump en un tuit, refiriéndose a la Unión Europea.

La advertencia del embajador de Estados Unidos en Londres, Woody Johnson, señalando que cualquier futuro acuerdo comercial con el Reino Unido tras el brexit abarcará «todas las áreas de la economía», incluido el acceso a la sanidad pública (NHS), desató la alarma. «El NHS no está a la venta», declaró el ministro de Sanidad, Matt Hancock. «Los comentarios del embajador son aterradores y muestra las verdaderas consecuencias de un brexit sin acuerdo», dijo el responsable de Sanidad del Partido Laborista, Jonathan Ashworth.

Por si fuera poca la controversia, Boris Johnson, el favorito de Trump, sugirió el domingo que los productos agrícolas de EEUU, incluidos los pollos bañados en cloro, podrían entrar en el mercado británico como parte del futuro acuerdo comercial.

La visita de Trump concluirá mañana en la ciudad de Portsmouth con una ceremonia en recuerdo del 75º aniversario del desembarco de Normandía. De allí se desplazará a Shannon, en Irlanda, donde se reunirá con el primer ministro, Leo Varadkar, ante de dirigirse a Doobeg, su campo de golf y complejo hotelero.

Trump y May no celebrarán hoy ninguna reunión bilateral privada, según confirmaron los portavoces de la primera ministra, signo de la tirantez existente. Solo se entrevistarán acompañando a sus respectivas delegaciones y darán un paseo por el gabinete de guerra de Winston Churchill. El mandatario ha criticado a May por la forma de llevar el brexit y por aceptar en principio la participación de la firma china Huawei en una parte de la futura red de comunicaciones británica para la quinta generación de móviles. Según Trump, Pekín puede utilizar la red para espionaje, pero el Comité de Seguridad Nacional británico le ha dado el visto bueno.