El primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, siempre ha sido el enfant terrible del Partido Popular Europeo (PPE), la familia política a la que pertenece su partido, el Fidesz. Sus derrapes verbales y sus continuos desafíos, a cuenta de las políticas migratorias o el control de los medios de comunicación, llevan años poniendo en aprietos al PPE que esta vez parece dispuesto a decir basta. Será durante la asamblea política del PPE, que se celebra este miércoles 20 de marzo en Bruselas, donde los representantes de los partidos que pertenecen a esta familia deberán decidir si Orban puede seguir formando parte de ella, debe ser suspendido de forma temporal o debe ser expulsado para siempre.

Los ataques de Orbán en este terreno no son nuevos pero se han multiplicado desde que estalló la crisis de los refugiados en 2015 y, sobre todo, desde que revalidó su victoria el año pasado. Inició entonces una deriva autoritaria con una serie de reformas legislativas que han llevado a la UE a activar el artículo 7 del Tratado, que permite castigar el riesgo de vulneración de los valores europeos y el Estado de derecho. Una decisión que el liberal húngaro ha vivido como una afrenta personal.

Pero la gota que ha colmado la paciencia en el PPE ha sido la campaña de propaganda del primer ministro populista contra el presidente Jean-Claude Juncker y la Comisión Europea, bajo el título 'Tienen derecho a saber qué prepara Bruselas' y carteles publicitarios con la cara del luxemburgués y del multimillonario George Soros, su enemigo público número y a quien acusa de maniobrar para llenar Hungría de inmigrantes. “Quieren instaurar cuotas de reubicación obligatorias (de inmigrantes), debilitar los derechos de los Estados miembros para defender sus fronteras”, acusaba recientemente.

13 PARTIDOS PIDEN SU SALIDA

La indignación ante semejante ataque fue inmediata. El presidente del partido, Joseph Daul, empezó a recibir cartas de algunos partidos miembro pidiendo su expulsión y con el mínimo necesario no tuvo más remedio que activar el procedimiento para echarle de la familia. Hasta ahora, son 13 partidos de 9 países los que han pedido oficialmente la salida de Fisdez en un momento políticamente muy sensible, a poco más de dos meses de unas elecciones europeas en las que el auge de la extrema derecha puede hacerles mucho daño.

Durante este rifirrafe interno Orbán tampoco se ha mantenido callado y a la primera ocasión que tuvo devolvió el golpe calificando de “idiotas útiles” a aquellos que han pedido su expulsión por hacerles el trabajo a los grupos de izquierdas. Con la sangre a punto de llegar al río, el líder del PPE en la Eurocámara y candidato a presidir la próxima Comisión Europea, Manfred Weber, remitió la semana pasada una carta con varias exigencias y este pasado martes desembarcaba en Budapest para intentar reconducir una situación que le ha explotado en plena campaña a las elecciones europeas.

“Le dijo lo que le tenía que decir. O cumple con las condiciones o será expulsado”, explican fuentes de su entorno. Esas condiciones son detener la campaña contra Bruselas y la UE de una vez por todas, excusarse ante los miembros del PPE a los que ha ofendido y garantizar que la Universidad Centroeuropea -fundada por Soros- seguirá funcionando en Budapest. Weber aterrizó ya sin carteles en las calles. Este jueves, además, Orbán remitía cartas de excusas a todos y cada uno de los dirigentes que habían pedido su expulsión. “Me gustaría expresar mis excusas si han encontrado ofensivas mis palabras. Me gustaría que reconsideren su propuesta de expulsión”, ha escrito.

LAS EXCUSAS NO BASTAN

A tenor de las respuestas, la postura de sus aliados conservadores, al menos los criticados, no se ha ablandado. “He recibido una carta de Viktor Orbán pidiéndonos que reconsideremos nuestra propuesta de excluir al Fisdez del PPE” pero “en este punto, las cartas no ayudan. Fidesz debe demostrar su compromiso con el PPE con acciones y esto no ha ocurrido” así que Kokoomus no va a retirar su propuesta”, advertía el jueves el ministro finlandés de finanzas Petteri Orpo.

Y lo mismo el luxemburgués Frank Engel, presidente del CSV. “Nos ha presentado sus excusas a aquellos que nos llamó “idiotas útiles” de la izquierda. Incluso acepto a aquellos. Nuestro problema no es la izquierda. Nuestro problema es Orbán y el Fidesz y por eso no se ha excusado y por eso su excusa es vacía”, ha avisado. La decisión no está tomada y todo dependerá de los pasos del húngaro de aquí al próximo miércoles. Pase lo que pase “votaremos la expulsión inmediata o temporal”, confirman sin descartar tampoco una suspención temporal sujeta a nuveas condiciones. Para echarle bastarán la mitad más uno de los presentes. Nadie descarta tampoco que, antes de que le echen, Orbán opte por marcharse.