Un terremoto sacudió ayer los cimientos de una de las instituciones periodísticas más prestigiosas del mundo. La BBC, en la jornada más aciaga de su historia, se hallaba anoche sin presidente, con los miembros de su órgano de dirección, el Consejo de Gobierno, barajando la posibilidad de presentar una dimisión colectiva. Pero a la vez, la dirección de la cadena pública se mostraba también desafiante con las conclusiones del juez Hutton.

El presidente de la corporación, Gavyn Davies, presentó su dimisión a las cinco de la tarde, tras recibir una avalancha de críticas en el informe de Hutton.

La cadena, según el juez, emitió una información sin fundamento. Los jefes editoriales no contrastaron previamente la veracidad de las acusaciones de Gilligan. "Las alegaciones de Gilligan eran muy graves y considero que el sistema editorial fue defectuoso", declaró ayer Hutton.

En su nota de renuncia, Davies asumió su responsabilidad pero cuestionó si las "conclusiones sin explicación" del dosier eran compatibles con las pruebas. Davies se preguntó si Hutton, aconsejando a la prensa "restringir el uso de fuentes que no pueden verificarse", no amenazaba la libertad de expresión. El director general de la BBC, Greg Dyke, añadió que Kelly era "una fuente fiable" y que la mayor parte del informe de Gilligan era correcto.