Alivio. Es la sensación que predomina este viernes en Bruselas ante la victoria del 'no' en el referendo sobre la independencia de Escocia del Reino Unido. "Aliviado por el resultado", ha dicho concretamente el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, uno de los primeros cargos de las instituciones europeas en reaccionar.

"Estoy contento del resultado", ha dicho Schulz en una entrevista a una radio alemana para añadir: "Ha sido un proceso democrático en Gran Bretaña, reconocido por el Gobierno". "La próxima ves que vea a David Cameron --ha abundado el presidente del Parlamento Europeo-- le diré que encuentro bien tener un Reino Unido en una Europa unida".

UN MODELO PARA OTRAS REGIONES

Schulz considera que el modelo escocés puede servir para otros países con idénticas reivindicaciones, como España e Italia: "Si se llega en Escocia a un nivel de autodeterminación razonable en el ámbito económico y cultural manteniéndose en el Reino Unido, puede llegar a ser un modelo que satisfaga a otras regiones".

La posibilidad de que los escoceses se decantaran por formar un Estado propio hubiera puesto a las instituciones europeas en un brete sin precedentes y de incierta solución, amén de azuzar el optimismo de otros movimientos secesionistas en no pocos Estados miembros. Entre ellos el catalán, que ha vivido el proceso escocés muy de cerca, sabedor de que sentaría un importante precedente.

Pese a que era sabida la postura de Bruselas en este contencioso -el presidente de la Comisión Europea, el ya saliente José Manuel Durao Barroso, apuntó hace medio año que si un territorio de un Estado miembro se independizaba quedaría fuera del club de los 28-, las instituciones europeas se han blindado, justo antes del referendo, tras un silencio sepulcral con el argumento de no interferir en una cuestión interna de un Estado.

RECHAZO A LAS REIVINDICACIONES ESCOCESAS

El sentir general en los despachos de los altos cargos de la capital europea ha sido el rechazo a las reivindicaciones escocesas en tanto que, de prosperar, hubieran supuesto un terremoto en los cimientos de la UE tal y como está concebida hasta el momento.

La estrategia ha funcionado, finalmente, a los máximos gobernantes europeos que, siguiento la fórmula del 'wait and see', han conseguido que la realidad les solucionara la difícil papeleta de concretar qué pasaría con una Escocia independiente y cuál sería su camino de regreso a la UE en el caso de que así lo hubiera deseado.