La presión sobre Jeremy Corbyn para que pida la convocatoria de un nuevo referéndum del Brexit se ha incrementado tras la publicación de una encuesta de la universidad Queen Mary’s de Londres que asegura que el 72% de los miembros del Partido Laborista están a favor de una nueva consulta, mientras que solamente un 18% se opone. De celebrarse, el 90% se decantaría por seguir en la Unión Europea (UE).

El líder laborista ha salido al paso de la encuesta y ha declarado que no valorará la posibilidad de pedir una nueva consulta hasta después de la votación en el parlamento dentro de dos semanas. “Votaremos contra el acuerdo de May y contra salir sin acuerdo -aseguró Corbyn-, May debe regresar a Bruselas para renegociar un acuerdo que cree una unión aduanera común”. Tanto la UE como la primera ministra ya han dicho que no es posible renegociarlo y May únicamente da la opción de elegir entre su acuerdo o ninguno.

En el último congreso laborista de septiembre, Corbyn afirmó que se opondría al acuerdo de May si no cumplía seis requisitos, entre los que figuran que el país permanezca dentro de la unión aduanera. Se acordó también que, de ser refutado el pacto, pediría la convocatoria de elecciones generales y que, si no lo conseguían, entonces estudiarían otras opciones como la convocatoria de un nuevo referéndum. Unos días atrás, Corbyn declaró que, aunque se celebraran elecciones anticipadas y él ganara, no habría nueva consulta.

Recelo a posicionarse

La encuesta de la Queen Mary’s también señala que un 58% de los miembros de su partido cree que Corbyn podría lograr un mejor acuerdo con la UE que el que ha puesto sobre la mesa Theresa May. Preguntados por la razón por la que creen que Corbyn no ha hecho campaña por un segundo referéndum, el 23% piensa que es porque apoyó la salida de la UE durante la campaña del referéndum de 2016 (algo que no es cierto) y el 34% entiende que no lo hace para no alienar a sus votantes.

La posición de Corbyn sobre el Brexit ha sido ambigua desde el principio. Es euroescéptico en el sentido que rechaza el capitalismo que se promulga desde Bruselas, pero hizo campaña a favor de seguir en la UE, una campaña discreta centrada en la protección de los derechos de los trabajadores y del medio ambiente. Fue tan mesurada que, en el tramo final de la campaña, muchos laboristas no tenían claro cuál era su posición de su líder al respecto.

Corbyn está atado de manos porque una tercera parte de sus votantes, principalmente en las zonas industriales, la clase obrera, apoyó el Brexit y teme que, como advierte el líder sindical Len McCluskey, si revierte el Brexit, estos votantes se sentirían traicionados. Este miedo fue percibido cuando el pasado 17 de diciembre no se atrevió a pedir una moción de confianza en toda regla contra la primera ministra como le reclamaban el resto de partidos de la oposición. Además, Corbyn cree que el referéndum del Brexit fue convocado para resolver la división interna de los tories y siempre ha tenido motivación partidista, y ha intentado alejarse del debate siempre que ha podido.

“Cobyn necesita pensar sobre si su ambigüedad en este asunto es tan astutamente inteligente como muchos parecen creer”, opina Tim Bale, el director del estudio. Y añade: “Si Corbyn realmente piensa, como ha dicho en reiteradas veces, que las políticas del Partido Laborista deberían reflejar los deseos de sus miembros en vez de los de sus líderes, entonces tiene una extraña forma de demostrarlo, al menos en lo que concierne al Brexit”. De momento, Corbyn se ha limitado a exigir a la primera ministra que vuelva a negociar con Bruselas.