El enfrentamiento entre Parlamento británico y el gobierno de Theresa May por el control de la agenda del brexit ha estallado, con pocas posibilidades de poner fin a la actual parálisis en Westminster. La primera ministra trató ayer de impedir que los diputados tomaran el mando del brexit a pesar de no contar con los apoyos necesarios para volver a presentar su acuerdo, derrotado ya en dos ocasiones. «Lamentablemente he llegado a la conclusión de que tal y como están las cosas, no hay suficiente apoyo en la Cámara para volver plantear el acuerdo para una tercera votación vinculante», admitió al inicio de otra larguísima y tormentosa sesión en la Cámara de los Comunes.

Pero, aunque sin respaldo, May sólo admite como válida su solución, e incluso dio a entender que no respaldará ninguna otra versión para la salida de la Unión Europea, que los diputados puedan aprobar por mayoría, cuando voten el próximo miércoles.

Un grupo formado por diputados de diferentes partidos, encabezados por el conservador proeuropeo, Oliver Letwin, sacó adelante una enmienda (329 a favor 302 en contra) en la que se pedía celebrar una serie de votaciones alternativas al plan de May, de propuestas presentadas por los diputados y comprobar de esta forma la popularidad de cada una de ellas entre los parlamentarios.

APOYO LABORISTA

La enmienda contó con el apoyo de los laboristas y otras fuerzas de la oposición. Los diputados tendrán el miércoles a su disposición papeletas en las que podrán votar sí o no, a una serie de propuestas aún no especificadas, como un brexit suave, estar en la unión aduanera o incluso en el mercado único, quizás un segundo referéndum, la revocación del Articulo 50, o la salida sin acuerdo. La primera ministra se mostró muy reacia a que los diputados se hagan con la dirección el brexit y anunció que se opondría a la enmienda de Letwin, sin lograr finalmente impedir su triunfo. «Se trataría», alegó «de un precedente poco recomendable, que rompería con el equilibrio de nuestras instituciones democráticas».

El gobierno se comprometió a pesar de todo a proporcionar el tiempo necesario a los diputados para debatir las alternativas, pero May reaccionó con escepticismo ante esta fórmula en la búsqueda de posibles soluciones. «Cuando hemos intentado ese tipo de sistema en el pasado, los resultados fueron contradictorios, o no hubo resultado alguno». En cualquier caso,

APOYO

May advirtió que se negaría a poner en práctica lo que puedan decidir mayoritariamente los diputados el miércoles, si es que alguna alternativa logra el consenso. «Un voto indicativo es exactamente eso, indicativo y los miembros de esta Cámara no pueden esperar que el gobierno les dé simplemente un cheque en blanco a cualquier votación que se apruebe», advirtió. El líder de la oposición laborista, Jeremy Corbyn, le reprochó, «el que no pueda aceptar que su acuerdo no tiene el número necesario (de votos) y encima obstaculiza una alternativa, que quizás si los tenga. Es ridículo», añadió, «sugerir que el hecho de que el Parlamento tome el control este trastocando las instituciones democráticas».

La primera ministra, sola y aislada, no dio por enterrado su plan y aún sopesa darle una nueva oportunidad el jueves. “Continuaré las discusiones con colegas en la Cámara para construir el apoyo suficiente, de manera que podamos llevar a cabo la votación esta semana y garantizar el brexit». A la desesperada, May había llamado por teléfono, poco antes del inicio de la sesión, a la líder del Partido Unionista Democrático (DUP), Arlene Foster, para rogarle que aceptara su acuerdo. Pero Foster se mantuvo en sus trece. «La posición no ha cambiado», declaró una fuente del DUP. May depende para sacar el acuerdo adelante de los diez votos unionistas en Westminster. Nunca una formación tan marginal a nivel nacional tuvo tanto poder en un asunto que decidirá el futuro del país en futuras generaciones.

El lunes varios diarios pedían la dimisión de may, entre ellos, The Times.