Cuando George Tenet llegó a la dirección de la CIA de la mano de Bill Clinton, el 10 de julio de 1997, sus fines eran revivir, devolver la moral y el orgullo, y situar al frente de la guerra contra el terrorismo a una agencia cuya principal misión, en sus propias palabras, debía ser "ofrecer información clara y objetiva". En sus siete años como jefe de los 17.000 empleados de la agencia, sirviendo bajo un presidente demócrata y otro republicano, Tenet ha logrado los tres primeros fines. Pero el estrepitoso fracaso en su misión empaña sus logros, algo triste para un hombre siempre preocupado por "el juicio de la historia".

Tenet cambió estilos en un puesto tradicionalmente reservado a políticos de alto perfil, prominentes empresarios o gente con las conexiones adecuadas. El, hijo de inmigrantes griegos que de niño trabajó en un restaurante en Queens (Nueva York), llegó con 44 años a la dirección de la CIA y fue su segundo responsable más joven.

Carácter amistoso

Pronto fue el primero en muchos años en ser aceptado como un padre para la familia del espionaje, gracias a un carácter amistoso que irradiaba apreciación por el trabajo de sus empleados. Pero Tenet demostró ser un animal político.

Titulado por Georgetown y Columbia, empezó su carrera trabajando en 1982 para la legislación sobre control de armas de un senador republicano. Tres años después, un demócrata lo escogió para su equipo en el Comité de Inteligencia del Senado. Y aunque, según uno de sus compañeros, era "inocente e ignorante", aprendió rápido. Lo demostró en 1988, con la legislación sobre proliferación nuclear que aceptaron tanto los republicanos como los demócratas.

En 1993, Tenet entró en el Consejo de Seguridad Nacional de Clinton, que le hizo subdirector de la CIA en 1994 y director tres años más tarde. Y fue poco después cuando protagonizó uno de sus mayores fiascos. Tras los bombardeos de las embajadas de EEUU en Kenia y Tanzania, Tenet convirtió en objetivo una fábrica en Sudán que, según él, producía un compuesto para el gas nervioso VX. El 20 de agosto de 1998 fue atacada. Un muerto y diez heridos, pero sin conexión con el terrorismo. La investigación determinó que la información estaba "poco fundamentada".

Manipulación

El error, tan similar a las graves manipulaciones en la información sobre las armas de destrucción masiva en Irak y los supuestos lazos de Al Qaeda con Sadam Husein que para siempre le acompañarán, se enmarca en lo que ha sido otra línea clave de su trabajo: dar a las administraciones lo que querían.

Quizá lo hiciera porque se ha sentido como un llanero solitario dentro de la Administración. En el actual tablero de George Bush, el vicepresidente, la asesora de Seguridad Nacional y los secretarios de Defensa y de Estado eran reyes, reinas y caballos. El, pese a ser amigo personal y elemento "indispensable" para el presidente, era sólo un peón: clave para jugadas, pero con movimientos limitados. Y ha sido la primera pieza en caer.