¿Sabes por qué venimos a estas protestas? Porque queremos que nuestros hijos vivan como los vuestros, responde contundente Nawal Salama junto a un grupo de amigas y vecinas del barrio de Shayahia de la ciudad de Gaza. Están sentadas en corro resguardándose de un sol que cae a plomo bajo las lonas instaladas en una explanada de la zona de Malaka, junto a la frontera que separa la franja de Israel, donde se celebran protestas en el marco de la Gran Marcha por el Retorno desde finales de marzo del 2018.

Hoy es el Día de la Nakba (catástrofe en árabe), la jornada en que se recuerda la expulsión y huída forzosa de más de 700.000 palestinos entre finales de 1947 y 1949, tras la división de Palestina, al proclamarse el Estado de Israel y durante la guerra posterior que los israelís libraron con una coalición de países árabes.

El comité organizador de estas marchas había llamado a los palestinos a participar en las manifestaciones de hoy y han acudido unas 10.000 personas. Pero había llamado a la contención para intentar evitar víctimas. La cúpula militar israelí había ordenado a los soldados que solo abrieran fuego si recibían permiso específico del Comando Sur o si estaban realmente en peligro mortal.

El resultado de estas medidas es que nadie ha muerto y el número de heridos ha sido mucho menor que en otras ocasiones. El Ejército israelí ha herido a al menos 65 palestinos, 19 de ellos por fuego real. Entre ellos hay 22 menores de edad.

HERIDO EN UNA PIERNA

Yáser Abú Ramadán, de 17 años, no ha estado hoy en primera fila de las protestas, a diferencia del pasado 3 de mayo, cuando se situó casi en frente de los soldados israelís en la manifestación de ese día. Le dispararon en la pierna izquierda y ahora va con muletas. También le faltan dos dedos de una mano que tuvieron que amputarle hace dos años tras recibir el impacto de una munición con gas lacrimógeno.

Dice que no teme a la muerte, que lo que busca es acabar con el bloqueo que Israel mantiene sobre Gaza desde el 2007, cuando el movimiento islámista Hamás tomó el poder en la franja. Seguiremos hasta que acabe el bloqueo. Queremos tener nuestro país, vivir como las personas normales y volver a los pueblos de los que nos echaron hace 70 años, subraya Abú Ramadán, junto a un amigo de su edad también herido.

Canciones reivindicativas suenan a todo volumen y, sobre un escenario, un grupo de hombres baila 'dabkeh', una danza popular de Oriente Medio. Bajo las lonas azules, Salama, de 44 años y madre de diez hijos, reivindica su derecho al retorno. La gran mayoría de los gazatís son refugiados. Sus familias fueron expulsadas en 1948 de pueblos y ciudades que quedaron en territorio israelí.

Nos robaron nuestras tierras, nuestras casas. Queremos recuperarlas, queremos volver, queremos que se acabe el bloqueo de Gaza, queremos libertad, dice Salama abanicándose. Lleva sin comer desde la madrugada porque hace unos días empezó el mes de ayuno musulmán del Ramadán.La pequeña franja costera palestina se ahoga lentamente. Cada vez más insalubre, más degradada. La pobreza es visible en las caras de centenares de manifestantes.