Pakistán vivió ayer un nuevo episodio de violencia interreligiosa, después de que al menos 41 personas perdieran la vida y más de un centenar resultaran heridas por la explosión de un coche bomba durante una conmemoración de activistas sunís en Multán, en el centro del país. El atentado se produce tan sólo seis días después de que 30 shiís murieran en Sialkot, al este del país, en otro atentado con explosivos.

La espiral de venganzas y réplicas entre ambas comunidades musulmanas paquistanís no parece detenerse, pese a los desmentidos del Gobierno. El atentado de ayer iba dirigido contra los asistentes a la conmemoración por el primer aniversario del asesinato del cabecilla suní Azam Tariq. Millares de sunís marcharon durante toda la noche para recordar el atentado en el que su líder perdió la vida. Al final de la noche, cuando los asistentes abandonaban el lugar, un vehículo cargado de explosivos se abalanzó sobre los manifestantes e hizo explosión.

NUEVOS INCIDENTES En previsión de nuevos incidentes, las autoridades desplegaron al Ejército en las calles de Multán. Millares de musulmanes sunís se habían concentrado frente al principal hospital de la ciudad para recuperar los cadáveres y corear eslóganes en contra de los shiís y del presidente, el general Pervez Musharraf. El ministro de Interior paquistaní, Aftab Ahmed Jan Sherpao, dijo que recomendaría a los gobiernos provinciales prohibir toda manifestación de signo religioso, a excepción de las plegarias en mezquitas.

La mayoría de las víctimas pertenecían al movimiento Sipah-e-Sahaba (Soldados de los Compañeros de Mahoma), un grupo ilegal liderado por el dirigente asesinado Tariq, al que se culpa de muchos de los atentados contra shiís. Las autoridades no ocultan su preocupación ante la cadena de atentados y venganzas. "Es difícil prever cómo van a evolucionar las cosas; sólo una cosa es segura, vamos de mal en peor", confesó a France Presse Farooq Awan, un oficial de policía de Karachi, la megalópolis del sur paquistaní.