El madurismo y la oposición se volvieron a medir ayer en las calles ante el empate permanente en el que se encuentra el conflicto político venezolano. Unos confluyeron con sus banderas rojas en el Palacio de Miraflores para apoyar a Nicolás Maduro. Los otros acudieron a la convocatoria de Juan Guaidó. Vestidos de blanco, miles de hombres y mujeres cruzaron Caracas y se concentraron en el barrio de El Marqués. Frente a la sede de la corporación eléctrica estatal pidieron con Guaidó a la cabeza «el cese de la oscuridad y la usurpación».

La capital venezolana fue excluida del racionamiento de energía por orden de Maduro para no enervar más los ánimos de la ciudad que, más temprano que tarde, definirá la confrontación. Más allá del esfuerzo estatal, que incluye la propuesta del gobierno de reponer los electrodomésticos dañados por los cortes, a cambio siempre de una muestra de lealtad, en algunos barrios volvió a faltar la luz.

La nueva protesta opositora de ayer fue para Guaidó un «simulacro nacional», una primera fase de la acumulación de fuerzas con vistas a la llamada «Operación Libertad», aún sin fecha. Se trata de una manifestación a gran escala que debe confluir desde todo el país en la capital y tener un efecto determinante. Por el momento, y con el panorama internacional también igualado, parece que solo los militares podrán hacer decantar la balanza.