Siempre que puede, Vladímir Putin intenta ignorar a Alekséi Navalni y a sus denuncias sobre la corrupción en Rusia. Sin embargo, en los últimos tiempos, mantener esta actitud le está costando más esfuerzo de lo habitual. En un encuentro televisado con estudiantes, el presidente de Rusia se ha visto obligado este lunes a referirse a la última investigación del bloguero y ha negado que él o su familia posean el suntuoso palacio a orillas del mar Negro denunciado en un popular vídeo que acumula ya decenas de millones de visitas.

"Yo no he visto ese vídeo, porque no tengo tiempo para ver ese tipo de información, pero he hojeado las compilaciones del vídeo que me han traído mis ayudantes; nada de lo que se declara allí me pertenece o me perteneció, ni a mi o ni a ningún familiar. Nunca!", ha afirmado, de forma tajante, en declaraciones recogidas por la agencia TASS. En su opinión, la cinta, a la que descalificó como una simple "compilación de montajes", intenta "lavar el cerebro" de los rusos, además de no aportar ninguna novedad. "Lleva 10 años hablándose" de ello, ha recordado.

Detalles novedosos

Si bien es cierto que las primeras noticias acerca del enorme complejo, con una superficie equivalente a 39 principados de Mónaco, emergieron hace ya una década, muchos aspectos y detalles narrados en el video de Navalni son novedosos, como por ejemplo la existencia de una pista de hockey sobre hielo subterránea -el deporte preferido de Putin- o un escenario con una barra levadiza donde podrían realizarse números femeninos. Todo ello ha empujado a muchos analistas a pensar que Navalni cuenta en estos momentos con fuentes y apoyos en el interior de la élite rusa, lo que de confirmarse significaría que por vez primera en muchos años existen diferencias y problemas entre los integrantes de la opaca casta que gobierna la Federación Rusa.

En el 2012, la BBC entrevistó a Serguéi Kolesnikov, un rico hombre de negocios que durante muchos años formó parte del circulo cercano al presidente ruso y que, según él colaboró financieramente en su día en la construcción del complejo junto a otros importantes empresarios locales como Roman Abramovich. En el 2009, abandonó Rusia tras difundir una carta en la que acusaba al presidente ruso de "corrupción". En la conversación, Kolésnikov sostiene que mantuvo diversas reuniones, tanto con el propio presidente ruso como con altos funcionarios, en los que se debatían aspectos como la decoración y el mobiliario, que debían atenerse a los gustos del líder del Kremlin.

Aunque es cierto que la propiedad del complejo es privada, tal y como sotiene Putin, sí se ha llegado a demostrar que empresas públicas y fondos procedentes del presupuesto federal financiaron temas logísticos como la construcción de la carretera de acceso o de las instalaciones que suministran gas y energía eléctrica.