En la gran cita electoral de este año en Estados Unidos se han batido récords de mujeres que se presentan para cargos públicos y, con todo, no están para muchas celebraciones. Las 298 candidatas para la Cámara de Representantes de Estados Unidos -115 mujeres de color, otro récord-, suponen un 27,4% más que en el 2018, según el Center for American Women and Politics (CAWP). De ellas, 183 son mujeres demócratas y 78 son republicanas. Sin embargo, en cuanto a brecha de género en política, el país tiene mucho que mejorar.

El Congreso estadounidense se encuentra muy lejos de la paridad. El año pasado batieron récord con 127 mujeres -102 en la Cámara Baja y 25 en el Senado-. Pero, pese a ser la mejor cifra de la historia del país, supone tan solo el 25% del total de miembros del Congreso. Además, en sus cuatro años de mandato, Trump y su gabinete se han dedicado a anular medidas que estaban destinadas a luchar contra la desigualdad de género, combatir la discriminación laboral, la brecha salarial, el acoso sexual en el trabajo y el abuso sexual en la escuela y la universidad, así como a garantizar los derechos sexuales y reproductivos.

En el país no solo no se ha cerrado la brecha de género en el terreno político, sino que hoy es mayor que cuando él llegó al poder. Según el Índice Mundial de Brecha de Género 2020 del Foro Económico Mundial, en empoderamiento político Estados Unidos ocupa al puesto 86 de 145 países, un ránking en el que España se sitúa en el octavo puesto.

No se espera mejora alguna si repite mandato Donald Trump. De los 15 miembros del gabinete del actual presidente, solo dos son mujeres, la titular de Transporte, Elaine Chao, y de la de Educación, Betsy DeVos. Aunque no hay que engañarse, el último gobierno de la era Obama solo contaba con dos más.

Trump no ha destacado por promover la igualdad, aunque era algo que tampoco se esperaba de él. De las mujeres que han trabajado en altos cargos durante su administración, la mayoría no ha aguantado durante mucho tiempo, algunas han sido cesadas y otras han dimitido. Sus asesores han sido quemados en piras de sacrificio o por pura autocombustión, entre escándalos y polémicas.

De hecho, el presidente ha batido el récord de ceses, renuncias y expulsiones entre sus colaboradores en sus cuatro años de gobierno: ha habido 40 ceses y dimisiones, la mayoría de ellas forzosas. Entre ellas mujeres emblemáticas como Nikki Haley, que fuera embajadora de Estados Unidos en las Naciones Unidas, cuyos motivos no fueron aclarados, o Sally Q. Yates, que era la secretaria de Justicia en funciones hasta que ordenó a los fiscales federales no cumplir con la orden de Trump de prohibir la entrada al país de ciudadanos de siete países de mayoría musulmana, algo que no gustó al presidente.

También renunció Hope Hicks, que fue directora de Comunicaciones de la Casa Blanca hasta el 1 de marzo de 2019, cuando renunció tras testificar sobre la trama rusa que sugería una posible vinculación de la campaña de Trump con el Gobierno ruso para influir en los comicios de 2016. Hicks continúo sin embargo como asesora del mandatario y, de hecho, se considera que fue ella quien le contagió de Covid-19 durante la campaña.

Quien, sin embargo, no repetirá si el magnate es elegido será Kellyanne Conway, una de sus asesoras más cercanas y cuya lealtad al presidente era evidente en cada encontronazo con la prensa. Ella ha sido una de las asesoras del núcleo duro que más ha aguantado. Conway dirigió su campaña presidencial en 2016 -fue la primera mujer en hacerlo- y también fue quien acuñó la expresión de 'hechos alternativos' para tratar de justificar noticias y datos falsos que se daban desde la propia Casa Blanca, donde dejó inaugurada la era de la posverdad.

Como consejera presidencial se ha ganado el respeto del presidente y no ha sido hasta finales de agosto que renunció al puesto para dedicarse más a su familia. Su caso es curioso porque ha sido la presión de Claudia, su hija adolescente y firme detractora de Trump, quien la ha llevado a dimitir. "Menos drama y más mama", tuiteó Conway sobre su renuncia. Quien sí permanece en el núcleo duro del presidente, y con toda probabilidad repetiría si este es elegido, es la actual jefa de prensa de la Casa Blanca, Kayleigh McEnany, otro ejemplo de lealtad a Trump.

Pero sin duda la mujer a la que más ha apoyado el magnate en los últimos tiempos ha sido a la jueza conservadora Amy Coney Barrett a la que postuló para ocupar el puesto en la Corte Suprema de la fallecida Ruth Bader Ginsburg; Barrett salió elegida, lo que supone un duro golpe para la justicia progresista del país cuyos jueces quedan en minoría gracias al legado de Trump.

Juezas aparte, no se sabe mucho de las previsiones del magnate si es reelegido. Lo que sí cabe esperar es que continúe a su lado, como siempre, la mujer a la que más respeta en cuestiones políticas y empresariales, su primogénita y asesora Ivanka Trump, quien, además, es lo más cercano al feminismo que reconoce el presidente.

Por el contrario, si sale elegido Joe Biden se espera una mayor igualdad en su gabinete. Lo cierto es que el candidato demócrata ya visibilizó esta intención al nombrar su vicepresidenta a Kamala Harris, un peso pesado en la justicia y la política norteamericana. Harris fue la primera mujer negra en ser fiscal de distrito, primero, y luego fiscal general de California. Además, se convirtió en la primera mujer de origen indio en ser senadora, es la primera mujer negra y de ascendencia asiática candidata a vicepresidenta. Si saliera elegida, se convertiría en la mujer más poderosa del mundo. Kamala Harris ha demostrado su poderío en la campaña electoral con mitines calificados de vibrantes y demostró que sabía plantar cara con firmeza a Mike Pence en el tenso debate televisivo que tuvo con el otro candidato a la vicepresidencia de EEUU.

La elección de Kamala Harris se consideró un posicionamiento estratégico en cuanto a género y diversidad, pero no se va a quedar ahí. Según ha expresado él mismo, si es elegido presidente Joe Biden desea reunir el gabinete más diverso en la historia de Estados Unidos. Su equipo aseguró a la web de noticias Axios que varias mujeres y personas de color están en las listas para altos cargos en el los departamentos más importantes: Estado, Defensa, Tesoro y Justicia.

Muchos nombres de mujeres han empezado a aparecer en las quinielas. Por ejemplo, la senadora Tammy Duckworth, antigua teniente coronel del Ejército de Estados Unidos y a la que ya barajó como posible vicepresidenta, podría dirigir el Pentágono, mientras que la que fuera de Seguridad Nacional Susan Rice, podría ser Secretaria de Estado o llevar el Departamento de Seguridad Nacional. Para dirigir el Departamento de Justicia se valoran los nombres de la exfiscal general Sally Yates, la ex líder de la minoría de la Cámara de Representantes del estado de Georgia Stacey Abrams y la popular senadora Elizabeth Warren, que se presentó como candidata presidencial y con la que todo el mundo considera que Biden contará en su núcleo duro.

Muchas de ellas ya fueron estrechas colaboradoras de Barack Obama, como Janet Yellen, que fue la primera mujer presidenta de la Reserva Federal, o Sarah Bloom Raskin, que fue Secretaria del Tesoro adjunta. Sin duda, el rol económico más importante a desempeñar será el de Secretario del Tesoro, ya que esa persona sirve de enlace entre la Casa Blanca, la Reserva Federal y el Congreso, además de desempeñar un papel clave en la diplomacia y la regulación financiera. El nombre que más resuena para ese cargo es también el de una mujer, la gobernadora de la Reserva Federal, Lael Brainard, curtida en asuntos económicos durante la crisis y que podría podría convertirse en la primera mujer en ocupar el puesto más alto de economía en Estados Unidos.

Además la economista afroamericana de la Universidad Estatal de Michigan Lisa Cook podría ser la primera mujer afroamericana en dirigir el Consejo de Asesores Económicos. Lo que los analistas tienen claro es que Biden desea romper techos de cristal y no hay mejor modo que empezar por lo más alto: la economía. Habrá que esperar a conocer el resultado de las elecciones en EEUU para saber si el empoderamiento político de la mujer vuelve a estancarse o, por el contrario, progresa adecuadamente.